Perlaza y Adame a hombros, cierran la feria y el año taurino en Cali

Perlaza y Adame a hombros despidieron al año taurino en Cali. El caleño logró el indulto de un toro de Salento mientras el mexicano dsorejo a un toro de Guachicono.

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La suma de éxitos debió esperar hasta promediar la tarde, que comenzó con uno del hierro de Paispamba, con el que el colombiano Paco Perlaza enseñó oficio y sitio para descifrar a un ejemplar que, aparte de no humillar, tuvo dudas a la hora de tomar los engaños, aunque también dejó ver momentos de lucidez.

El capote alcanzó honores con variedad y limpieza como argumentos. Y en la muleta un par de series resultaron redondas. Pesado con el estoque, el cierre rondó la agonía del segundo aviso.

Firme, muy firme. Y dispuesto, muy dispuesto. Así anduvo Román ante el complejo segundo del festejo, toro de Manuel Orbes. Frente a ese desafío, el torero español fue construyendo una faena en la que estableció condiciones hasta obligar al toro a entregarse.

Eso creyó Román hasta el instante en que el animal le echó mano y le propinó una paliza que lo obligó a pasar a la enfermería, tras pasaportar al bicho.

Toros importante el siguiente en el orden de lidia. Ese tercero, con el sello de Guachicono en sus formas y en su fondo, estuvo siempre dando la cara y yendo por donde le indicaron el camino, eso sí, exigiendo respeto.

El mexicano Luis David Adame lo pudo mostrar cuando le dio la distancia y la altura requeridas. Emoción y entrega. Dos orejas y vuelta al ruedo al bravo.

Pero esa era solo la cuota inicial de una jornada llena de contenido; es decir, de toro. Lo confirmó «Manchado» de Salento, que dejó huella de nobleza en cada viaje por el ruedo de Cañaveralejo.

Paco Perlaza lo vio venir franco a sus citas y franco lo vio salir para encadenar con el siguiente, hasta hacerlos interminables. La petición de indulto se hizo epidemia y la Presidencia lo otorgó en medio de una plaza loca de alegría.

El de Ernesto González, quinto de la corrida, fue exigente en defensa de su estirpe santacolomeña. Había que poderle y eso es lo que Román intentó, pero no hubo punto de encuentro. Larga serie de pinchazos.

Lo más Importante del sexto, aparte de la voluntad de Adame y de algunos momentos interesantes del ejemplar de Fuentelapeña fueron los gritos en los tendidos exigiendo la libertad de Juan Manuel Domínguez, ganadero de ese hierro, quien está secuestrado por grupos al margen de la ley.

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