Venecia: una cita con la historia del campo bravo colombiano

El próximo domingo 26 de septiembre los aficionados de la capital colombiana tendrán la oportunidad de visitar la legendaria hacienda de Venecia donde, desde 1935, pastan los toros de doña Clara Sierra, ganadera vital en el auge de la fiesta brava colombiana durante el siglo pasado.

Por Diego Caballero

Son muchas las leyendas que se tejen alrededor de doña Clara Sierra. Las narraciones, orales o escritas, hablan de su fuerte carácter, capaz de haber mandado a sacar de su hacienda al mismísimo Manolete cuando este, y Carlos Arruza, se merendaron varios gallos de pelea después de un tentadero. De haber empezado en la tarea de criar toros bravos con la sola intención de echárselos a los ladrones que merodeaban sus potreros; de sacar a garrotazos a los abogados que perdían sus procesos, de sus llamas peruanas y cientos de perros alrededor de su casa. Esto nos lleva a deducir que la hija del hacendado Pepe Sierra era de muy ‘malas pulgas’, aficionada a los pleitos y a los animales. No era de extrañar que durante su existencia, murió en 1961, los aficionados de tendido no pudieran atravesar la puerta de su hacienda Venecia.

Y para leyendas las de sus toros, los lidió Manolete en la Santamaría y todas las figuras del toreo que llegaron a Colombia en el siglo pasado. Fueron los encargados de inaugurar la plaza de Cañaveralejo de Cali y la Macarena de Medellín, como también los primeros en anunciarse en la Feria de Manizales. Toros bravos, de origen Santacoloma, que por esos años vendían caras sus embestidas y con las que los toreros contaban sus triunfos como épicas. Un ‘clarasierra’, por citar un ejemplo, empezó a ponerle el punto final a la carrera del mexicano Carlos Arruza tras una grave cornada en La Santamaría en tiempos – 1950 -en que los cronistas llamaban a los toros de Venecia los miuras colombianos.  Otro ‘clarasierra’, o mejor dos y varios años después en la mima plaza, pusieron los ojos de la élite del toreo en un torero artista hasta entonces desconocido para muchos: Juan Mora.

Hoy la hacienda no pertenece a los herederos de doña Clara Sierra. Sus hijas, Isabel y Cristina, llevaron con lujo de detalles el hierro de Venecia junto a los otros dos de la casa: Dos Caimanes y Pueblito Español. Lucas Caballero, el hijo de Isabel, heredó los libros de las tres ganaderías bajo un solo hierro, el de Clara Sierra. La ‘moda Domecq’ quiso sacar de la historia a la procedencia Santacoloma y los toros de Clara Sierra, entre otros, perdieron su lugar en las ferias. Pero, afortunadamente, la fuerza de su fundadora persiste y su nieto Pedro, bajo la asesoría del matador César Camacho, se niega a que la ganadería de su bisabuela desaparezca.

Los ‘clarasierras’ siguen pastando en la hacienda Venecia, hoy propiedad de Israel Santana. Él y la empresa Minotauro del matador de toros Alejandro Gaviria, quieren que los aficionados tengan, por primera vez en la historia de la ganadería, la oportunidad de visitarla.

Para ello invitan a los aficionados bogotanos a un tentadero concurso de ganaderías en el que no faltarán las becerras de la casa, Venecia y Clara Sierra, como también una de Punta Umbría, procedencia de otra ganadería legendaria, la de Vistahermosa. La Campiña, ganadería procedencia de Icuasuco, será el otro hierro de la contienda ganadera. Toreros, no menos leyendas, lidiarán las becerras. Enrique Calvo ‘El Cali’, Jairo Antonio Castro y César Camacho cobijarán al más nuevo de los toreros colombianos: Juan Sebastián Hernández. La mañana de campo, en la que se unirán cuatro de los hierros más emblemáticos que han pasado por la Santamaría de Bogotá, será el inicio de un proyecto taurino y cultural que pretende, en la hacienda que un día fue de la temperamental doña Clara Sierra, acercar a los aficionados, en mañanas y tardes taurinas, a la historia del toreo colombiano.

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