Broche de puerta grande: Ponce y Ramsés a hombros
El valenciano con tres orejas fue el máximo triunfador de la corrida goyesca en la que el bogotano cortó dos y Sebastián Castella una. Se lidió un encierro de Ernesto Gutiérrez.
Por Rodrigo Urrego B.
El idilio entre Enrique Ponce y la Santamaría parece interminable, y este domingo 24 de febrero, en la segunda corrida goyesca en la historia de la plaza bogotana, que cumplió 88 años de inauguración, el torero valenciano firmó un nuevo capítulo en la historia de amor que lo une con la afición capitalina.
No se llenó la plaza para ver a uno de sus ídolos históricos, pero los casi 8.000 aficionados –tres cuartos de entrada- que acudieron a su llamado, desafiando la lluvia que amenazó con aguar la fiesta, terminaron seducidos ante la tauromaquia del valenciano, que apenas en el primero de la tarde volvió a enamorar a Bogotá. Pocas veces los tendidos deliraron y se sacudieron con la faena de un torero, y se rasgaron las gargantas con los oles y se rompieron las manos aplaudiendo.
Ponce prendió la fría tarde con ‘Fogonero’, de Ernesto Gutiérrez. Desde el capote prolongó el arte que emana la yema de sus dedos. Lo condujo con admirable suavidad como si quisiera dejar su huella en la arena, haciendo compas con la huella que había dejado Loren Pallatier, pintor francés que con sus toreografías había vestido la barrera de la Santamaría cómo nunca antes se había vestido. Y con la muleta aprovechó la nobleza del toro para levantar la plaza, con cambios de mano, con naturales interminables, con derechazos casi en circular, casi todo en cámara lenta. La plaza crujió una y otra vez, y hasta un Fogonero que habría podido irse sin encenderse, por poco se lleva el premio del indulto. Los tendidos se levantaron al término de cada serie, y Ponce les respondía con una tanda superior. Dos orejas y vuelta al ruedo hacían presagiar una tarde para la apoteosis.
El cuarto del encierro, segundo de Ponce, fue visto entre ojos por el público capitalino: era el de menor trapío, y preciso le tocaba a una figura del toreo. Además parecía tener limitación en sus movimientos, la plaza lo protestó y exigió su regreso a los corrales. Finalmente se mantuvo en el ruedo, casi sin ser castigado en varas, y con pocas ganas de embestir.
Al torero valenciano tuvieron que herirlo los gritos que le exigían que se arrimara, y ante el brocho ‘Presumido’ se puso muy cerca de sus pitones y hasta terminar de rodillas mirando al toro a los ojos y a pocos centímetros, e hipnotizar al toro y a la plaza con su abaniqueo, los gritos eran “Ponce, eres un poema”. O el “torero, torero” que le dedicaron los aficionados, cuando se iba camino de cambiar la espada. Como en su primero pinchó al primer intento, y pese a la estocada baja se le premió con una oreja. La tercera de su cuenta personal.
Sebastián Castella pisó la Santamaría en condición de triunfador de la feria de San Isidro de Madrid, y pasó por Bogotá como si estuviera en la primera plaza del mundo. Ante el peor lote se arrimó al límite. Puso los nervios de punta con el capote con un quite con el capote a la espalda por saltilleras, en las que citaba por un pitón pero a centímetros de que el toro llegara a su capote, cambiaba la embestida al lado contrario. Hubo gritos de espanto. Y con la muleta, toreó en redondo con clase, antes de meterse en los pitones del toro y terminar con un valeroso desplante sin muleta. La plaza parecía venirse abajo. La estocada fue baja, y la oreja que el torero francés paseó en vuelta al ruedo tuvo algunas protestas.
Dicen que no hay quinto malo, pero el quinto de la tarde fue el más pitado del encierro. Sin casta ni entrega, Castella lo obligó en series cerca a las tablas, de nuevo poniendo a merced sus muslos a muy pocos centímetros. Pero no había manera de que el toro persiguiera la muleta.
Ramsés oficiaba de anfitrión y también hizo delirar la plaza en el tercero en series de derechazos y naturales tan templados en los que condujo la embestida del toro alrededor de su cuerpo, con los pies sembrados en la arena, y con las manos desmayadas. Derechazos y naturales arrancaron nuevos oles en los tendidos. La plaza se estremeció con la mejor estocada de la temporada, y la presidencia a la que se había juzgado de tener manga ancha, esta vez le negó las dos orejas que el público reclamó. El premio se redujo a una oreja.
Con el deslucido sexto, Ramsés dividió opiniones pues mientras unos gritaban toro (grito que les suena exclusivamente a los toreros colombianos) la mayoría quería verlo a hombros, y por eso reclamaron al presidente la oreja que le había negado en el tercero. Esta vez no se resistió a la petición, y el torero bogotano sumó una nueva puerta grande de la Santamaría a sus vitrinas.
La corrida goyesca había comenzado con Granada, canción compuesta por Agustín Lara que fue interpretada por el barítono colombiano Valeriano Lanchas. Ricardo Santana en el primero, Marcos Prieto y Hernando Franco fueron los banderilleros que saludaron tras emocionar los tendidos poniendo banderillas.
Ficha
Plaza de toros de Santamaría
Domingo 24 de febrero de 2019
Tres cuartos
Se lidiaron toros de Ernesto Gutiérrez. Fosforero, número 100, lidiado en primer lugar fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Aplaudido el tercero, pitados segundo, cuarto y quinto.
Enrique Ponce: dos orejas y oreja
Sebastián Castella: una oreja y silencio
Ramsés: oreja con petición de la segunda y oreja