Cristian Restrepo, el último alumno de la fila Colombiana en la Escuela de Madrid

El pasado 18 de noviembre la temporada española llegaba a su fin con la grata noticia de recuperar para el toreo la Venta del Batán y el regreso a ella de la sede de la Escuela Taurina de Madrid tras el cerrojo impuesto por la ya ex alcaldesa Manuela Carmona.

Por Diego Caballero

Ese lugar, la Venta del Batán, que en los años 1950 se adecuó con corrales y chiqueros para exhibir los encierros que luego los aficionados verían salir al ruedo de Las Ventas en plena feria de San Isidro, también fue el lugar donde se dio inicio a la Escuela Nacional de Tauromaquia en octubre de 1976 cuando a Enrique Martínez Arranz y Manuel Martínez Molinero se les ocurrió crear una escuela taurina estatal para que los maletillas, como lo habían sido ellos dos, dejaran de ser eso precisamente: aprendices de toreros sin norte y sin un lugar a donde llegar después de abandonar sus casas persiguiendo el sueño de ser toreros. Bajo el objetivo de darle nivel cultural a la profesión de torero, Martínez Molinero, como director de las clases teóricas y Martínez Arranz, como encargado de las clases prácticas, guiaron a la primera promoción de la escuela encabezada por José Luis Ramón, El Chavalillo del Barrio, Juan Carlos Arranz, Ricardo Sánchez Marcos y Fernando Lechuga en 1977, año en el que se organizaron varias novilladas con alumnos de la escuela que compitieron con novilleros de otras provincias hasta llegar a la gran final en La Chata, como se le conocía a la vieja plaza de Vista Alegre.

Galindo y Lechuga llegaron a esa final como representantes de la escuela al lado del sevillano Juan Antonio Ruiz ‘Espartaco’ que gracias a estos festejos organizados por Martínez Arranz y Martínez Molinero, se vistió por primera vez de luces. Palo de Rosa y plata fue el terno que lució el que ocho años después se convirtió en amo del toreo.

Pero serían tres ‘príncipes’: Julián Maestro, Lucio Sandín y José Cubero ‘Yiyo’,  los que en 1979 le darían la vuelta a España en traje corto y en nombre de la Escuela Nacional de Tauromaquia que ya por entones tenia matriculados a 165 aspirantes que pagaban 500 pesetas por matricularse y 300 de mensualidad. La idea de los dos fundadores se tornaba en éxito aunque no faltaron las críticas de los que veían la escuela como una fábrica de toreros sin mayor exigencia. Nada más alejado de la realidad porque la dureza de los entrenamientos, las prácticas antes la becerras y los juicios de Martínez Arranz, eran sufrientes para suplir, en distinta forma, las duras capeas en las que se formaban otros toreros.

El testimonio de esa dura formación quedó registrado en el documental ‘Tu Solo’ rodado en 1984 bajo la dirección de Teo Escamilla y protagonizada por alumnos de la escuela. Uno de ellos, José Miguel Arroyo ‘Joselito’, el alumno número 181 de la escuela, se convertiría, junto a ‘Yiyo’, en los dos máximos referente de la escuela. La proyección del príncipe José Cubero, truncada por un toro en 1985, y la cima alcanzada rápidamente por ‘Joselito’ le dieron verdadero auge a la formación de toreros en el aula madrileña. Como resultado se dio la creación de varias escuelas taurinas en España y en la América taurina que hasta el día de hoy son casi el único medio a la mano que tienen los que aspiran a ser toreros.

En los años 1990 la escuela tomó el nombre de ‘Marcial Lalanda’ como homenaje al torero madrileño de la llamada ‘Edad de Plata’. Ya no estaba la vieja plaza, ubicada en la zona del lago de la Casa de Campo, donde todo comenzó. Al nombre de Andrés Vásquez que venía siendo maestro de la escuela desde los años 1980, se unieron el de Gregorio Sánchez y Joaquín Bernardo, entre otros, dando un alto nivel a la formación que se adquiría en la plaza portátil o en las naves a donde llegaron toreros como Manolo Sánchez, Javier Vásquez, Uceda Leal, El Juli, Miguel Abellán y Cristina Sánchez por citar algunos de los nombres de una larga lista de más de 120 nombres que se graduaron como matadores de toros.

Precisamente en esta década, la de los años 1990, se empezaron a matricular aspirantes con nacionalidad colombiana. Los primeros llegaron promocionados por otra escuela, la de Cali que por aquellos años tenía fama de estar en la misma categoría de la madrileña.

De aquellos novilleros se recuerdan tres matadores de toros: Paco Perlaza, Edwin Salazar y  Hernán Ruiz ‘El Gino’. Otros que llegaron no alcanzaron el título, pero se formaron como aficionados, uno de ellos, Diego Ramos, escogió el camino de la pintura para continuar con su afición.

Entrado el nuevo siglo, resultaba difícil lograr un cupo en el aula madrileña y casi imposible para un colombiano. Sin embargo algunos lo lograron como Cristian Restrepo que se hizo matador de toros en el año 2004 y Juanito Ortiz doctorado en el año 2010. Otros tres colombianos lograron no solo un cupo en las naves de la escuela, sino un lugar en las novilladas finales del año 2002: Andrés de los Ríos, Manuel Libardo y Luis Bolívar que finalmente fue el triunfador del curso taurino de ese año al cortar cuatro orejas a erales de Alcurrucén.

Veinte años después de aquella generación de toreros colombianos, otro Cristian Restrepo, nacido en  Caicedonia en el departamento del Valle del Cauca, representa a Colombia en la Escuela de Madrid que ahora lleva, desde el año 2016, el nombre de su ‘príncipe’ José Cubero ‘Yiyo’. Con doce años sigue el camino de su padre, el de marchar a tierras españolas, después de una intensa preparación como becerrista en poblaciones y ganaderías colombianas.

Cristian hace la fila con más de 70 aspirantes a matadores de toros mientras participa, desde el año pasado, en varios tentaderos donde pone en práctica los consejos de los ex alumnos de la escuela José Prados ‘El Fundi’, Miguel Rodríguez y Rafael de Julia, los encargados de impartir lecciones y también los pescozones necesarios.

Por ahora Cristian Restrepo es el último alumno de la fila Colombiana en la Escuela de Madrid y solo el tiempo nos dirá si se cumple su sueño, el de ingresar, como su padre, a la lista de matadores de toros egresados de la Escuela de Madrid. Un sueño en el que se ve haciendo el paseíllo como figura del toreo aunque como dijo Manuel Martínez Molinero, uno de los dos fundadores de la Escuela de Madrid,  y como está escrito en las paredes de la escuela ‘’Llegar a ser figura en el toreo es casi un milagro’’.

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