Fría novillada en Bogotá

Pasada por agua y con pocas emociones resultó la novillada de la temporada bogotana en la que Manolo Castañeda, Gitanillo de América y el mexicano Arturo Gilio, se fueron en blanco este domingo de la plaza de Santamaría.

Sin brillo y con el agua como protagonista, la novillada de la temporada bogotana debió resignarse al ostracismo. No se cortaron orejas, un cero que cobijó a todos los actuantes, incluidas las dos ganaderías convocadas.

Todo comenzó con Manolo Castañeda, quien volvió a su tierra para mostrar avances de su paso por territorio mexicano. Se puso Manolo con el capote ante el de Vistahermosa para sacar algunas verónicas de temple, en un ruedo ya aquejado por los efectos de la lluvia.

Intentó el lucimiento en banderillas, pero resultó cogido y debió pasar a la enfermería al final de la faena.

Y fue a partir de la muleta cuando mejor se vieron las cosas, en especial con mano derecha, ante un novillo con disposición de dar pelea en los medios, aunque sin humillar siempre. Palmas a Castañeda y a su enemigo.

Gitanillo presentó examen con el segundo del festejo, primero de los tres programados de El Manzanal. Fue ese un ejemplar escaso de fuerzas al que el novillero colombiano supo administrar para mantenerlo con opciones en las diferentes suertes. Falló con la espada.

Con su turno también pasado por agua, el mexicano Arturo Gilio permitió un duro castigo al novillo en el caballo.

Pero hubo aún con qué hacer una plana de muletazos limpios, con el temple como estandarte. Pronto asomaron tendencias del animal para buscar refugio en los adentros. Igual, Gilio se mantuvo en su consigna de mantenerlo en terrenos donde la labor tuviera peso. Espada tendida.

La lluvia amainó al arribo del cuarto de la tarde, del hierro de Vistahermosa. Novillo para Gitanillo, por turno corrido, a la espera de la evolución de la salud de Castañeda.

Tras un buen par de Carlos Garrido, uno de los subalternos colombianos más aventajados, Gitanillo intentó persuadir al distraído y descastado ejemplar.

El superior esfuerzo del aspirante no encontró respuesta ni en su rival ni en los tendidos, deseosos de una emoción que tampoco asomó a esta altura del festejo. Espadazo y división de opiniones.

El quinto, de El Manzanal, tuvo movilidad de salida y con ella, como materia prima, el de Cohauila confeccionó una serie de verónicas de categoría. Igual tono marcó el lucido quite que hizo a continuación.

Con la muleta apenas hubo tiempo para verlo puesto en principio, porque resultó cogido en la primera serie, tras intentar ligar de rodillas.

Pero, valiente, volvió a batallar. O al menos a plantar cara a un novillo parado y sin mucho para dar. La gente se lo supo agradecer. No acertó con el estoque.

Manolo Castañeda regresó de la atención médica para enfrentar al sexto y último de la ya noche, un animal de El Manzanal, en apariencia, más fuerte que los lidiados hasta entonces. Al menos así lo dejó ver en la vara, donde se hizo presente.

Y en la recta final, el de la dehesa de Alberto Cediel enseñó nobleza, con la que Castañeda consiguió hilvanar tandas que alegraron por momentos a la concurrencia. La falta de acierto con la espada lo privó de algún trofeo.

FICHA DE LA NOVILLADA

Tres de Vistahermosa: primero de la tarde, palmas. Tercero y cuarto, silencio. Y tres de El Manzanal: segundo de la tarde, palmas. Quinto, silencio. Sexto, palmas en el arrastre.

Los novillos toros de Vistahermosa y El Manzanal fueron desiguales de presentación y escasos en posibilidades. La entrada rondó el cuarto del aforo.

Manolo Castañeda, verde botella y oro. Pinchazo y tres cuartos, saludos. Tres pinchazos y entera. Palmas tras aviso.

Gitanillo, sangre de toro y oro. Dos pinchazos y espadazo, silencio. Espadazo y división de opiniones.

Arturo Gilio, tabaco y oro. Espada tendida y silencio. Pinchazo y media delantera, más innumerables intentos de descabello. Palmas tras dos avisos. Pasó a la enfermería.

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