Muere Ángel Peralta, un centauro de leyenda.

Leyenda del rejoneo, poeta, escritor, letrista de sevillanas, actor, ganadero, inventor, labrador, animalista, veterinario autodidacta y aprendiz de muchas cosas…

La biografía de Ángel Peralta (Puebla del Río, Sevilla, 1925) -fallecido hoy en Sevilla a causa de graves problemas respiratorios, días después de que celebrara su 93 cumpleaños- es abrumadora, propia de un gran personaje de otra época. Pero fue, sobre todo, un revolucionario del toreo a caballo, y como tal forma parte fundamental de la historia de la tauromaquia. Por ello, en 2013 el Gobierno le concedió la Medalla al Mérito en las Bellas Artes.

Pero don Ángel, como se le conocía, escribía poesía sobre sus vivencias, publicó varios libros sobre toros y caballos, fue guionista de cine, letrista de conocidas sevillanas, actor de cine en dos películas, ganadero de reses bravas y criador de caballos de pura raza española, inventor de distintos artilugios para facilitar la vida de los animales y veterinario sin título, pero con amplios conocimientos y una gran destreza quirúrgica.

Una vida la suya de película, pues recibió en su finca a actrices de fama como Geraldine Chaplin, Bo Dereck y Ava Gardner, con quien, según confesión del rejoneador, no mantuvo un idilio, pero sí una breve relación que acabó con el ‘animal más bello del mundo’ sola, desnuda y abandonada en una habitación de hotel. Y por amores, también, visitó la cárcel durante tres meses, pues fue denunciado por el enojado padre militar de una joven menor de 25 años que mantenía relaciones con un apuesto y siempre mujeriego Peralta.

No obstante, su verdadera pasión fueron los caballos, (también era conocido como El Centauro de la Puebla) y subido a sus lomos (se dice no sin exageración que pasó más horas a caballo que a pie) alcanzó fama, dinero y prestigio. “El caballo es mi vida; yo sin él no me encuentro”, confesó en alguna ocasión. Con ellos fue un pionero, un innovador y un auténtico revolucionario del rejoneo.

Desde muy pequeño fue un consumado garrochista, y con solo 19 años, el 29 de febrero de 1945, debutó como rejoneador en la localidad de La Pañoleta, cercana a Sevilla. Y lo hizo, según repitió muchas veces, por pura intuición y sin haber visto rejonear antes.

Sus comienzos no fueron fáciles pues las figuras del toreo no veían con buenos ojos la intromisión de caballos en las corridas. A pesar de la oposición, consiguió debutar en Madrid el 19 de abril de 1948. Posteriormente, en 1955, marchó a América (la cuadrilla y los caballos viajaban entonces en barco) y se forjó como rejoneador en México, Venezuela y Perú.

De vuelta a España, alcanzó un indiscutible prestigio en las décadas de los años sesenta y setenta. Fue uno de los fundadores de ‘Los cuatro jinetes de la Apoteosis’, formada por Álvaro Domecq, José Samuel Lupi, su hermano Rafael y el propio Ángel, que protagonizaron la etapa más gloriosa del rejoneo. “Éramos amigos en la calle y enemigos en la plaza”, confesaba Peralta. Los cuatro recorrieron las ferias más importantes entre el delirio de los públicos, que enardecían ante el novedoso espectáculo de los caballeros. Así, llegaron a participar en más setenta festejos en una temporada, y el propio Ángel Peralta alcanzó la cifra de 126 corridas en el año 1971.

Ese año fue particularmente especial para el torero a caballo: batió el récord de corridas en una temporada (nada menos que 126), e hizo historia en la plaza de la Maestranza al cortar las dos orejas y el rabo de un toro en la Feria de Abril.

Y así, en loor de multitudes, estuvo en activo durante 55 años, en los que lidió más de 6.000 toros.

Las alegrías del triunfo también se vieron trufadas en ocasiones por momentos difíciles. Uno de ellos en la temporada de 1965, en la plaza de Alicante, cuando un toro de Pablo Romero mató a su caballo ‘Cabriola’, que había protagonizado la película del mismo nombre junto a Marisol. Y otro, cumplidos ya los 64 años, el 19 de mayo de 1990, en La Zubia (Granada), cuando el caballo que montaba resbaló, cayó encima del caballero y le produjo gravísimas lesiones en la caja torácica, la rodilla izquierda y le fracturó varias costillas, una de las cuales le afectó al pulmón.

En contra de todas las previsiones médicas, Ángel Peralta volvió a montar, y continuó su trayectoria, aunque mermado de facultades. Así, el 20 de septiembre de 1992 recibió un cálido homenaje en Las Ventas en un festejo en el que participaron 12 rejoneadores franceses, portugueses y españoles. Días más tarde, el 11 de octubre, el espectáculo se repitió en la Maestranza, el coso donde había conseguido sus triunfos más sonados.

Pero no se conformó Peralta con alcanzar la gloria como torero a caballo. Fue un consumado poeta y expresó sus sentimientos sobre la naturaleza, la marisma, el caballo y el toro; escribió varios libros sobre los mismos temas, y uno de ellos, El Centauro de las Marismas. El libro que enamoró a Ava Gardner, lo reeditó el pasado mes de octubre. Peralta lo había escrito en 1957 como guion cinematográfico para una película que iba a protagonizar Ava Gardner. La actriz pasó unos días en el Rancho El Rocío, propiedad de Peralta, para ambientarse, y se empeñó en poner banderillas a una vaca montada a caballo. El animal derribó a la cabalgadura y la amazona acabó dolirida, asustada y con un gran hematoma en la mejilla izquierda. La caída cambió los planes y la actriz americana se desvinculó del proyecto.

El rejoneador participó como actor en dos películas, La novia de Juan Lucero, junto a la cantante Juanita Reina, y Cabriola, con Marisol.

‘Y se amaron dos caballos, mire usted qué maravilla…’ es la letra de una famosa sevillana de la que es autor Ángel Peralta.

Junto a su hermano Rafael, también rejoneador, fue ganadero de reses bravas y criador de caballos; y agricultor y amante de los animales.

En los últimos años, con algunos achaques ya a sus espaldas, era espectador habitual en una barrera de la Maestranza; desde ahí seguía atento las evoluciones de una joven rejoneadora francesa, Lea Vicens, que se ha formado junto a él.

Seguro que en muchas ocasiones le habrá repetido una frase que, en labios de El Centauro de las Marismas, leyenda del rejoneo, poeta, escritor, letrista de sevillanas, actor, ganadero, inventor, labrador, animalista, veterinario autodidacta y aprendiz de muchas cosas… suena a epitafio: “Torear es engañar al toro sin mentir…”.

Texto de Antonio Lorca

Con información de elpais.com tomada de internet

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