Pamplona: oreja a Román de una seria y desrazada corrida de Cebada Gago

El diestro valenciano Román cortó este lunes, con mucha generosidad de público y presidencia, la única oreja de la segunda corrida de toros de los Sanfermines, en la que se lidió un encierro de mucha seriedad, pero de escasa raza, de la divisa gaditana de Cebada Gago, una vez más ante unos tendidos llenos a rebosar.

Con información de EFE, tomada de internet

Ese solitario trofeo lo obtuvo Román del segundo de la tarde, el que fue, precisamente, el toro más terciado y de más finas hechuras de la corrida, aunque no por eso dejó de tener su seriedad, sobre todo en sus astifinos pitones. Solo que también fue uno de los más desrazados porque no tardó en volverle grupas y tomar el camino de la puerta de los corrales.

Aun así, y aunque se saliera del embroque, el de Cebada tomaba el engaño con clase a la hora de humillar, en una primera parte del recorrido que Román aprovechó por momentos pero que no acabó de potenciar intentando dejarle la muleta en la cara para evitar sus cada vez más evidentes ganas de irse a las tablas.

Finalmente, fue allí, en los adentros de sol, y sin que el toro le pusiera en apuro alguno, donde el valenciano, que reaparecía tras una grave cornada sufrida hace un mes, se dedicó a concretar con alardes lo que no logró con el toreo esencial, para llevarse así una oreja muy barata cuya petición motivó sobre todo la fulminante muerte del de Cebada por una estocada trasera y desprendida.

Tampoco tuvo demasiados problemas el hondísimo quinto, todo un “tanque” de color castaño que se movió con medias arrancadas sin ritmo, y sin evidente peligro, tras una muleta que nunca le exigió nada, colocado Román muy al hilo en los cites, sin muchas apreturas en un trasteo machacón y de escaso eco.

Otro de los “cebadas” que se rajó no muy descaradamente fue el tercero, un burraco, casi berrendo, de mucho cuajo que antes comenzó a negar sus embestidas frenándose o protestando, pero al que el mexicano Isaac Fonseca acabó encelando medianamente por pura insistencia.

El torero azteca reaparecía también de un percance muy reciente que, por la luxación del codo derecho, le llevó a salir a torear con un fuerte vendaje compresor. Pero ni aun así logró evitar que, en el primer intento con la espada, se le reprodujera la lesión y tuviera que tomar el camino de la enfermería, dejando el toro vivo para que lo rematara Juan Leal.

Fue por eso que el francés entró a matar hasta cuatro de los seis toros de Cebada, de los que primero y último le ofrecieron posibilidades de triunfo, ya que el cuarto, muy ofensivo de pitones, se afligió pronto por su escasez de raza, pese a que Leal intentó sacarle partido a base de arrimones y alardes de rodillas.

En cambio, el primero de la tarde, otro hondo y bajo burraco que, como el mejor del día 7, tampoco corrió el encierro, fue el que embistió con mayor entrega, repitiendo y recuperándose de una apuntada debilidad de cuartos traseros, algo a lo que ayudó Leal con un manejo más templado de la muleta.

Pero, aunque asentado y con una mejor suavidad técnica, el torero de Nimes no terminó de apurar la buena condición del astado, con el que volvió a recurrir a los circulares y a los pases de rodillas para aspirar a un trofeo que perdió por su malo uso de espada y descabello.

El sexto, que fue el más serio de la corrida, por su remate, su volumen y sus abundantes y muy astifinas defensas, también fue más que “potable” dentro de su justa raza, en tanto que descolgó su fuerte cuello más que sus hermanos en una faena en la que Juan Leal no acabó de cogerle ni el ritmo ni el buen trazo de los pases antes de darse de nuevo a un corto arrimón que tampoco aportó.

 

Comparte este contenido