Ponce corta una oreja en la Goyesca de Cali
Enrique Ponce cortó este viernes la única oreja de la segunda tarde de abono de la Feria de Cali, en tanto que el colombiano Juan de Castilla brilló en sus dos turnos y el tercer alternante, Paco Ureña no tuvo suerte en su lote.
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El encierro de la ganadería Ernesto Gutiérrez Arango fue disparejo en comportamiento. Se destacaron tercero y sexto de la tarde, bravo y encastado este último.
A la tarde le sobraron voluntades, pero no hubo muchas recompensas para ellas. Primero, porque el piso de la plaza volvió a ser inconveniente serio. Y segundo, porque los toros de Ernesto Gutiérrez Arango no ayudaron mucho.
Sólo el sexto alcanzó nota alta, no tanto como para calificar a indulto, eso que la Presidencia en buena hora no concedió. Ya antes, en el cuarto, Enrique Ponce había cortado la que sería única oreja de la corrida.
Precisamente, todo comenzó con un primero para Ponce en el que el valenciano halló la horma de sus zapatillas cuando apostó a la lentitud y al temple. El toro de Gutiérrez anduvo corto de fuerzas y le pesó esa blandura del piso. Luego todo fue a menos.
Paco Ureña porfió y porfió hasta dar con algunas respuestas del soso y a veces violento segundo de la corrida. Una tanda de naturales le valió el mayor eco entre los asistentes, mientras lo demás de una brega larga le fue reconocido como respeto a su empeño. Con el acero anduvo errático.
La emoción vino en el tercero, invitada por las manos de Juan de Castilla, cada vez más maduro y torero. Y el de la ganadería de Manizales no se quedó atrás en términos de bravura y acometida. En capote y en muleta se vieron suertes limpias y entrega total. La espada no ayudó. Vuelta al ruedo.
Y lo que parecía condenado al ostracismo con el apagado cuarto, se hizo visible con las luces de Ponce, dispuesto a no pasar de largo por Cañaveralejo.
Tras meterlo en la canasta, sobrevinieron series compuestas, en especial sobre la mano derecha. El premio de una oreja recompensó la tozudez del torero y tapó las evidentes limitaciones de la res.
Tampoco escapó a la intrascendencia el quinto. Este dio la espalda y se fue a vivir en el olvido de los aficionados. Ureña quiso pero no encontró aliado.
Pero valió la pena aguardar para encontrar recompensa en el bravo y encastado sexto, que halló igual en Juan de Castilla para brindar emociones grandes en una lidia que mereció trofeos para ambos, pero que el acero no bendijo. Ovaciones repartidas.
La segunda de abono siguió a la novillada del jueves, que abrió la Feria, en la que el mexicano Diego San Román se convirtió en el gran triunfador al cortar una oreja y cosechar ovación en sus dos turnos en la plaza de Cañaveralejo.
El local Gitanillo de América cortó un apéndice, mientras su paisano Juan Sebastián Hernández se fue en blanco. Los novillos toros de Alhama, bien presentados y desiguales de comportamiento