Ponce y El Juli cierran la feria a hombros
Con los sellos personales de cada uno y la técnica como bandera, Enrique Ponce y “El Juli” regalaron una tarde de ensueño a una plaza llena en la tarde del adiós de la 64 Feria de Manizales, ante un encierro del hierro local de Ernesto Gutiérrez Arango, noble y sin mayores dificultades.
Enrique Ponce pisó en firme desde el partidor. Para despejar dudas sobre su condición física. Y para decir presente en la lucha por el poder.
Tuvo un toro que se movió sin molestar mucho, aparte de los instantes en que punteó los engaños. De resto, todo brilló al sol del temple y de la continuidad, con la que sus muletazos edificaron series macizas. Oreja tras espada desprendida.
La respuesta de “El Juli” vino enseguida con una versión de lo que es su tauromaquia, solo que a velocidades (o mejor, lentitudes) con las que recreó a una plaza llena, hipnotizada por el juego de manos y cintura. Oreja y palmas al ejemplar.
Pero sería una igualdad efímera, al menos en gusto y sabor, porque Ponce no estaba para desperdiciar oportunidad y la del tercero de la tarde, a pesar de no pintar muy clara en las primeras suertes por parte del toro, resultó ser una lección.
La lidia fue a más hasta hacerse el torero a las embestidas y sacar lo que el de Gutiérrez pareció tener bien oculto. La espada no hizo pronto efecto y un justo trofeo se perdió en el camino, pese a la petición mayoritaria.
En el cuarto de la corrida, “El Juli” volvió a expresarse a través de un planteamiento en el que la suavidad y temple sirvieron para hacerse al poder ante un toro escaso de raza. Oreja y petición de otra.
Aún así, Enrique Ponce no estaba para irse a pie del ruedo. Con maestría, logró ponerse al mando de ese quinto que, desde arriba, no se veía muy claro. Y así, con la técnica vestida de gala, elaboró una faena en la que los muletazos fueron creciendo en dimensión y sentimiento.
El toro fue a más, pero no dudó en echarle mano al final. Ponce se levantó y ejecutó la estocada. Dos orejas brotaron del palco y los ecos del pasodoble local dejaron constancia de la plana hecha con lápiz fino.
El sexto iba a media altura. Como si nada, “El Juli” se puso en los medios y lo hizo embestir como si los defectos no existieran.
Otra vez el pasodoble de la feria atronó el ambiente mientras la sombra del madrileño crecía a la par que llegaba la noche. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro.
Con información de EFE, tomada de internet