Tarde de avisos en Puente Piedra

Se lidiaron siete novillos de distintas ganaderías para siete novilleros que alargaron la tarde más de la cuenta por el mal manejo de la espada. Solo Jhohan Franco estuvo eficaz con los aceros y por ellos dio la única vuelta al ruedo.

 

Texto y fotos Diego Caballero

 

La celebración de la novillada tuvo aires quijotescos. Llegar a la plaza y  ver a los actuantes ponerse el traje de trabajo antes del vestido de luces,  nos hablaba de una situación difícil y dura, la de unos jóvenes,  que en tiempos prohibicionistas, quieren ser toreros.

Tras la entrada de más de 800 personas, de las cuales 530 pagaron su boleta como forma de apoyo a la titánica labor, y de superar, con sus familiares,  los trabajos que supone una empresa, los novilleros cambiaron de traje y  se liaron los capotes de paseo para superar una prueba más. La de comprobar, frente a un novillo,  si todo había valido la pena. Cada uno y su entorno, tienen esa respuesta final.

De los siete novillos lidiados,  cinco dieron posibilidad  para el triunfo y no se cortó ninguna oreja. Entre las lógicas carencias técnicas  e incontables pinchazos y avisos se diluyó algún reconocimiento para los novilleros y se alargó la tarde más de la cuenta.

Solo Jhojan Franco logró dar una vuelta al ruedo, precisamente por ser el único capaz de acertar a la primera a la hora de rematar su faena. Una faena que precisamente no se produjo entre clamores. El novillo de Juan Bernardo Caicedo se lastimó una mano cuando lo banderilleaban y el público protestó todo el tiempo las intenciones del novillero que no quería dejar esa única oportunidad, quizás la única en meses. Pero esas cosas no están para que el público las entienda y además se les debe entender. Franco hizo oídos sordos e insistió una y otra vez en buscar con algún muletazo suelto el beneplácito del público. La labor fue imposible, pero Franco tenía su As de Espadas y supo utilizarlo.  La espada que da orejas, esta vez,  cambio los ánimos del público que le  brindó una ovación al novillero y que terminó en una vuelta al ruedo.

El capítulo más vibrante de lo siete de ayer, lo dio un novillo de Achury  Viejo. Un ejemplar de largas, emocionantes y repetidas embestidas que, también hay que decirlo, lucieron en la muleta de Manolo Jiménez que supo conducir esas embestidas por abajo y por el pitón derecho en repetidas tandas. Solo hubo una tanda por el pitón izquierdo por donde el novillo fue más exigente por su condición de bravo pero no inferior. Se pidió con fuerza el indulto del novillo, pero arriba en el palco, no se consideró. La pena,  fue que Jiménez sumó tres avisos a la tarde,  se quedó sin premio y el vibrante capítulo quedó en ceros. Antes, con su capote, se fue a porta gayola y  resultó volteado y con una herida en su pómulo izquierdo que necesitó de cuatro puntos de sutura.

El novillo de Mondoñedo, de bonitas hechuras, tuvo genio y se quiso revolver en un palmo de terreno. Andrés Castillo lo comprobó rápidamente al ser arrollado cuando apenas lo recibía con su capote.  Peleó bien en el caballo haciéndole honor a su hierro. Cuando Castillo cogió la muleta poca ilusión se tenía, pero poco a poco y a base de saberse poner, Andrés Castillo,  fue logrando una importante labor en la que llegó, con su mano izquierda,  a alargar la embestida del novillo que terminó haciéndolo de buena manera en las pocas veces que  quiso seguirla. Un  interesante conjunto labrado entre las tablas y bajo un  rayo de sol que se coló por algún espacio que dejaba el techo de la plaza. Una buena labor que tampoco tuvo colofón con la espada.

Abrió la tarde Manolo Castañeda con un novillo de la ganadería de Andalucía. Castañeda abrió su tarde y la de todos a porta gayola. Resultó vibrante el inicio y las banderillas ejecutadas por  el novillero. A su muleta el novillo ofreció su buen pitón derecho y Castañeda,  muy pendiente de conectar con el público, logró calentar rápidamente la tarde. Hubo una interesante tanda, la primera, luego vino un voltereta y el novillero,  sin chaquetilla y con muchos deseos,  opto por llegar a los tendidos lográndolo casi siempre con un novillo que ya ofrecía solo medias embestidas. También fue Castañeda el encargado de abrir el concierto de avisos.

Daniel Garzón sorteó un novillo de Altagracia que embistió con clase y al que le faltó ese paso de más para no incomodar el escaso bagaje técnico del novillero. Pero fue un buen novillo que permitió una larga faena, iniciada y terminada de rodillas,  en la que Garzón  se fue soltando a medida que pasaba la misma e iba poniendo de acuerdo a casi todos. Pudo sumar trofeos, pero esa espada…

El capítulo ofrecido por el novillo de los Cesares y el novillero  Cristian Gómez, dijo poco por la condición del primero. Fue el único novillo que dio cero opciones. Siempre mostró que lo suyo era irse a tablas y cuando se fue a ellas, dijo que lo suyo tampoco era embestir. Gómez, del que me constan sus buenas condiciones, se fue de vacío y  con una fuerte voltereta cuando intentó banderillear.

Ya de noche y tras una prolongada tarde de avisos, salió  un novillo de El Manzanal que fue el más propicio para el poco bagaje de novilleros como los que vimos ayer en Puente Piedra. Le correspondió al novillero ecuatoriano Jairo Cevallos que se mostró muy nuevo,  queriendo hacer las cosas bien pero sin alma. Hubo buenos muletazo, sobre todo al final y  por el lado izquierdo por donde el novillo tuvo una noble embestida. Pudo tener opción al trofeo pero su espada no se quiso salir del guion de la tarde y la noche se cerró con un silencio más.

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