Cristóbal, Bolívar y Marín se van en ceros ante los de Dosgutiérrez
Cristóbal Pardo, Luis Bolívar y Ginés Marín tuvieron los trofeos en el bolsillo pero fallaron en la puntada final, la estocada. Del encierro de Dosgutiérrez, tres debieron irse desorejados.
Por Rodrigo Urrego B.
Si la corrida de Dosgutiérrez no se hubiera disputado en la plaza de toros de Manizales sino en el estadio Palogrande, los comentaristas hubieran resumido la tarde afirmando que los aficionados se atragantaron de gol. El marcador que se registró en la arena fue un lapidario ‘cero a cero’, pero que de no ser por la puntada final, como aquel goleador que dilapida un penal, los titulares de prensa hubieran registrado una ‘goleada’.
Las orejas en los toros son como los goles en el fútbol. Son los que dan fama, contratos y dinero. Por algo los jugadores más costosos son los delanteros, los goleadores, y por algo los toreros que más trofeos conquisten se ubican en la cima. A diferencia que en el fútbol, en los toros los goles, o las orejas, se van construyendo poco a poco. Primero con el capote, luego con la muleta. Como aquel Barcelona de Guardiola que salía tocando la pelota desde su arquero. Pero de nada sirve llegar al área rival si no se tiene puntería para mandarla al fondo de la red. Ese momento definitivo, en los toros, es la suerte suprema.
Cristóbal Pardo se enfrentó a Chupatintas en el cuarto episodio. El toro de Dosgutiérrez sorprendió al embestir con fijeza a la muleta, agachar su cabeza y perseguirla hasta tocarla con sus pitones, sin agotarse así fallara en su propósito. Y el torero, que había sudado más de la cuenta con el primero de la tarde, sorprendió toreando en redondo y por naturales. Tenía en sus manos la copa, la puerta grande. Pero en la suerte suprema falló en sucesivos intentos hasta dejar su esportón en ceros.
Luis Bolívar se anunció con una de las llamadas corridas duras, esas que ponen en más de un aprieto a los que se ponen por delante, pero también esas en las que tener la fotografía de las orejas en la mano, valen más que cualquier balón de oro. Con el segundo de la tarde, que se defendía, Bolívar lo desafió sacrificando su lucimiento, pero salvando su honor.
En el quinto, cuando sus compañeros de terna ya habían desperdiciado sus opciones de gol, o de orejas, se tiró de rodillas y saludó con un farol de rodillas. Con la muleta se fue a la mitad del ruedo, donde los toros se ven más fieros e imponentes, se tiró de rodillas y se lo pasó alrededor de su cuerpo varias veces. Los gritos de ole parecían exhalaciones, como gritos de gol en el Palogrande. Así, a punta de actitud, como esos equipos que le echan mística y amor propio para imponerse a las adversidades, Bolívar no escatimó recurso para mantener su racha goleadora, la que empezó unos días atrás en Cali, y la que parecía se iba a extender en Manizales. Y cuando tenía todo para que el público gritara, su espada, que parecía entrar, se fue por otro lado. Las manos, no solo del torero, sino de toda la afición, se fueron a la cabeza. Como cuando se pierde un gol cantado.
Ginés Marín, el debutante español, fue quien tuvo la primera oportunidad de irse arriba en el marcador. Empezó con sobrados estatuarios y molinetes invertidos hasta que el tercer toro le dijo que los de Dosgutiérrez no precisamente admiten tales licencias. El toro le levantó los pies del piso y el torero salió con la taleguilla rota. Despelucado, pero sin mirarse, Marín volvió a la carga, con cara de orgullo herido. Y se puso como un gladiador, dispuesto a cualquier final, y otra vez volvió a verse por los aires. A pesar de eso logró imponerse. Como le pasó a Bolívar, su espada se fue por fuera de los tres palos.
Manizales, plaza de toros de Manizales
Martes 3 de enero de 2017
Primera Corrida
Feria de Manizales
Toros de Dosgutiérrez
Cristóbal Pardo: silencio y silencio
Luis Bolívar: silencio y saludo tras aviso
Ginés Marín: saludo y tres avisos