Ubaté: los toros en la sangre
Se agotaron las entradas en el festejo que supuso la vuelta de los toros a uno de los municipios más taurinos de Colombia. Con toros de Mondoñedo, Ramsés, Manuel Libardo y el rejoneador José Gómez dieron una buena tarde saldada con escasas dos orejas.
Por Diego Caballero D.
Llenazo
No cabía una persona en los tendidos, y los que no cabían se las ingeniaron para caber. Tampoco en el estrecho callejón de la plaza de metal. Las boletas se agotaron a las tres de la tarde y cientos de aficionados que habían hecho una larga fila tuvieron que devolverse con cara larga, y en busca de la otra plaza del pueblo para desocupar sus botas: la de mercado que, con amplificadores y con la música del recién desaparecido Darío Gómez, se sumieron aún más en el despecho por no haberle madrugado a su cita con la plaza de toros.
Otros se metieron a alguna de las tascas que rodean la Basílica del Santo Cristo y entre fotos de toreros y afiches de corridas que demuestran la tradición taurina de Ubaté, esperaron a los que si lograron entrar a la corrida.
Los que lo lograron tuvieron que esperar casi hasta las cuatro de la tarde para ver el inicio del festejo, pues muchos aficionados, con su boleta en la mano, no lograban encontrar un sitio en los tendidos.
A sus anchas se acomodaron los que llegaron temprano y trabajo costó convencerlos de que se apretaran para darle un espacio a los que esperaban en las escaleras. En las puertas los porteros tuvieron que lidiar con los que quisieron sobornarlos, con billetes y sin sonrojarse ante la presencia de la policía, a cambio de un puesto ‘’en las escaleras o en cualquier rincón’’.
Mil trecientas personas en los tendidos, más de doscientas que tuvieron que devolverse y 24 colados que lograron ser sacados de la plaza, fueron la prueba de que Ubaté es taurina y no lo contrario, como quisieron mostrarla un grupo de antitaurinos del pueblo en sus redes sociales, y que antes de la corrida hizo presencia frente a la entrada de la plaza con cinco personas que, con un megáfono en la mano, no paraban de gritar ¡asesino! a los que pacíficamente entraban a la plaza.
El alcalde
Pero la presión antitaurina, dirigida al alcalde, no fue solo en las redes sociales. A su despacho llegaron varios radicados solicitando la suspensión del festejo, alegando, sin prueba alguna y con total desconocimiento, la falta de tradición taurina en la Villa de San Diego de Ubaté.
Otros, solicitando cada uno de los permisos necesarios para un evento público, junto al plan de emergencia y contingencia, y la póliza de aseguramiento, todo ello establecido para los festejos públicos, pero dejando entrever que aun con los trámites en regla, se debían tomar las medidas necesarias para que no se llevara a cabo la corrida de toros.
Hasta una tutela, dos días antes del festejo y ya con todos los permisos presentados, tuvo que ser sorteada para que la corrida de toros se pudiera celebrar.
La ilusión de Manuel Libardo, la de devolverle las corridas de toros a su pueblo, se encontró con la actitud de un alcalde que solo hizo lo que juró ante la Constitución, cuando se posesionó: cumplir la ley. Lo hizo al sortear cada uno de los obstáculos que se presentaron desde los días posteriores al anuncio del festejo, dos meses antes, pues detrás de algunas de las ventanillas donde se debían tramitar los permisos locales, parecía haber un funcionario antitaurino entregado a su causa.
‘’Como alcalde debo darle tramite a una solicitud y debo respetar a los ciudadanos que quieren toros y a los que no lo quieren, pero no a aquellos que, con calumnias, a través de las redes sociales, pretenden desdibujar un acto legal. Como abogado conozco la ley, me han demandado, las he recibido (demandas) y las he ganado. No es la decisión de un alcalde, hay que darle cumplimiento a una normatividad legal vigente y si se cumplen todos los requisitos, no me puedo negar. El alcalde no es nombrado para agradar a un sector, es nombrado para administrar en derecho y es lo que estoy haciendo como alcalde del municipio de Ubaté’’. Con estas declaraciones del alcalde Jaime Torres Suárez, el viernes pasado en la emisora local Ubaté Radio, los aficionados recibieron la confirmación de la corrida que en algunos medios se había dado como suspendida.
Agosto adelantado
Para muchos, el agosto se adelantó al 31 de julio. Mientras algunos hacían la larga fila para comprar las boletas, otros la hicieron frente a los dos puestos de mazorca que se instalaron desde las primeras horas de la mañana, cuando cuatro mujeres desempacaron costales repletos con las grandes espigas de maíz, y pusieron al rojo vivo dos parrillas. ‘’Como ochocientas vendimos’’, confesó la mujer que llevaba las cuentas y el dinero del negocio en un bolsillo de su delantal, y que una hora después de haberse terminado la corrida, ya con escasa luz, seguía promocionando su negocio, ‘’a 5.000, 6.000 y 7.000, dos en 10.000’’, a los que calentaban la noche con el licor que escurrían de sus botas y que seguían hablando de la corrida resistiéndose a tomar el camino a casa.
Si en las taquillas las boletas se agotaron, en los tendidos las ‘Póker’ y las ‘Águila’ se bebieron rápidamente, pues entre el ligero sol con el que se inició la tarde y los olés que coreaban las faenas, se secaron las gargantas no sin antes hacerle un llamado al vendedor de las latas. Pero no todo fue sol, San Pedro abrió el grifo y amenazó con mojar a todos. Fueron menos de 15 minutos, tiempo suficiente para que el vendedor de capotas plásticas sacara rápidamente su mercancía en una tarde en la que nadie esperaba verlo.
Los parqueaderos también registraron lleno total. ‘’Hay como doscientos cincuenta carros que pagaron de a cinco mil pesos y como veinte que dijeron que eran de los toreros, pero como que no eran tantos’’, dijo el encargado de acomodar los carros en el lote que rodeaba la plaza.
La corrida
La tarde comenzó bajo las notas del Gato Montés, el clásico pasodoble habitual en las tardes de toros en la Santamaría de Bogotá y que sirvió como guiño a los muchos aficionados que llegaron de la capital. Con el paseíllo se desataron varias gargantas obligadas a estar amarradas por casi seis años, incluida una pandemia, y sin poder gritar un ole en su pueblo, pues se habían visto obligadas a cantar faenas en los alrededores del mismo.
Solo se cortaron dos orejas en la tarde, una Manuel Libardo en su primer toro y la otra el rejoneador José Gómez Cuellar. No fueron más porque ambos, y también Ramsés, dejaron escapar un triunfo mayor por el mal manejo de la espada y del rejón de muerte. Sobre todo, Manuel Libardo que toda la tarde fue arropado por su público y que cambió cuatro orejas por un solo apéndice.
Los honores se los llevó el hierro de Mondoñedo con seis toros que ofrecieron, en distinta medida, el triunfo. Tuvieron una presentación acorde a la categoría de la plaza y a la emoción como mayor virtud en sus embestidas.
Ficha del festejo
Toros de Mondoñedo
Ramsés (azul purísima y oro) silencio y silencio
Manuel Libardo (marfil y oro) oreja y silencio
José Gómez (Rejoneador) Oreja y silencio