Adiós a un torero auténtico

Ha muerto Dámaso Gonzáles, torero referente de las  décadas de los años 70 y 80 y quien fue protagonista de las ferias colombianas.

 

Por Diego Caballero

 

Se marchó en silencio,  pocos sabían que una dura enfermedad rodeaba sus últimos  días, así era el torero de Albacete, discreto y  también cabal sin olvidar nunca su origen aun sabiéndose grande.

Dámaso explotó en el torero en los primeros años de la década del 60  en la plaza de Barcelona. En la tarde de su debut cortó cuatro orejas y un rabo, convirtiéndose en ídolo de la afición, tanto,  que se “coló”  en varias corridas mixtas con matadores de toros, entre ellas, la de la alternativa de Ruiz Miguel. Balaña, empresario y dueño de la monumental  no quería desconocer el tirón que tenía el  pequeño gigante de Albacete en la taquilla y que ya  por entonces lucía su corbatín al aire. Un corbatín que nunca se le vio bien puesto, tal vez  en el paseíllo porque Dámaso no estaba para andares, lo suyo era arrimarse y poner pasión a todo lo que hacía. Un valor que terminó dando lugar a una técnica bien fundamentada que marcó su sitio en el toreo; enganchar los toros poniéndose muy cerca, llevando las embestidas despacio, templadas y ligar mucho en redondo.

A hombros tras uno de sus primeros triunfos en la plaza de Valencia.

Dámaso fue quizás uno de los últimos toreros nacidos en las capeas. A Curro Alba como se anuncia en esos primeros días, la  dureza de la sierra, a la que empezó a ir desde los trece años,  le sirvió  para armarse con un caparazón con el que resistió los aires,   a favor o en contra,  con los que se encontró en su vida de torero. Ni las empresas ni los públicos le fueron favorables siempre, pero la raza y su valor  terminaron por poner todo a su favor y así casi dos décadas y sin la necesidad de pisar a nadie. Años más tarde Dámaso confesaría que la etapa de las capeas, en la que recorrió toda España, fue la más feliz de su vida porque en ellas pudo torear y eso era lo que quería, torear simplemente torear sin pensar en monumentales o maestranzas, sin viajes obligados, sin hoteles, sin criticas…

Después de las capeas, de saltar varias veces a los ruedos como espontaneo y de ir en la parte seria del Bombero torero llegó a la alternativa de la mano de  Pepe Camará.  Fue,  en junio de 1969 en la plaza de Alicante de manos de Miguelín y con Paquirri de testigo con toros de la ganadería de Flores Cubero. Esa tarde estuvo más en el aire que con los pies en la arena, hasta 14 volteretas se cuentan. Confirmó al año siguiente en San Isidro con El Viti y Miguel Márquez, en la lidia de toros de Galache. Triunfó desde los inicios pero a la crítica de su momento le costó reconocerle, como tampoco le reconocían plazas como la de Las Ventas que  escribían y hablaban que el toreo de Dámaso era monótono y retorcido. En Las Ventas  logró salir a hombros 10 temporadas después de su alternativa tras cortarle las dos orejas a un toro de La Laguna.

 

La imagen de la confirmación de su alternativa en Madrid con El Viti y Miguel Márquez como testigo.

 

El 21 de mayo de 1981 volvió a salir a hombros del coso madrileño tras cortar una oreja a cada una de las reses de Torrestrella que toreó. Sin salir a hombros su gran tarde madrileña llegó en 1993, primero, ante un toro de Conde de la Corte, y luego ante otro de gran volumen de la ganadería de Samuel Flores que solo veía él y que brindó al público; con 44 años se fue a los medios para que su muleta hipnotizara la embestida de ese toro y su cuerpo se cruzara una y otra vez ante  la inmensa encornadura que adornaba al Samuel. Pitones que por cierto le  llegaban a la altura del cuello. No hubo lugar para la estética, nunca la necesitó, sin ella su muleta fue capaz de ir tan lejos hasta donde encontraba la profundidad que el toreo siempre debe buscar. Torear así, dejándose todo sin ninguna trampa le resultaba más efectivo que tratar de ponerse bonito y rehuir a la pelea o dejar de  buscar lo imposible.  Hubo mejores tardes en Las Ventas, seguro,  pero esa sirvió para que a  su historia en el toreo le empezaran a poner mayúsculas.  Sin embargo queda la sensación de que a Dámaso nunca se le valoró en su verdadera medida,  tal vez por ser un torero auténtico que no sabia mentir.

 

Dámaso Gonzáles se instaló como referente en el  escalafón. Aquí con Paquirri y El Capea.

Valencia, donde entre sus triunfos se cuenta el indulto a un toro de Torrestrella en la temporada de 1993 y Castellón entre otras,  fueron sus plazas, también Sevilla en aquella tarde en que se impuso a los toros de Miura, lástima que la empresa de La Maestranza lo anuncio poco, muy poco. Fue dueño de las estadísticas y recorrió toda la geografía taurina donde supieron de un torero que conquistó los terrenos del toro a base de templarlos y de ponerse cerca. Tan cerca que sufrió varias cornadas, desde el mismo día de su alternativa.  León, Barcelona, Lima, Almansa y Málaga entre otras vieron correr su sangre.

Queda el ejemplo de su tauromaquia ante toros de distintos encastes.  Dámaso que conoció los puestos bajos y altos del escalafón,  construyó su historia con miuras, victorinos, pablorromeros, guardiolas, cuadris, samueles, núñez, torrestrellas, jandillas o atanasios. A todos les podía porque tenía la virtud de ver algo positivo en cada toro… si no va por un lado, irá por el otro…

 

COLOMBIA

Dámaso Gonzales fue habitual en las ferias colombianas. Triunfó de gran forma y asustó, literalmente, a los aficionados colombianos con su valor formando verdaderos alborotos en los tendidos. Cali, Manizales y Medellín fueron sus feudos colombianos.  La Santamaría de Bogotá,  aunque en menor medida, también supo de sus triunfos.

Su debut fue en la plaza de Cali. El 29 de  diciembre de  1969 hizo el paseíllo al lado de Joselillo de Colombia, que resultó herido,  y de Paco Camino. Cortó tres orejas a los toros de Fuentelapeña. En su segunda tarde de esa feria, en la corrida del toro, cortó otras dos orejas a un toro de Aguas Vivas. Fue, el comienzo de un idilio con una plaza que lo vio en muchas tardes de triunfo, prueba de ello son los dos trofeos Señor de los Cristales que alcanzó en las temporadas de 1978 y 1986. Entre sus grandes tardes en Cali se cuenta la 2 de enero de 1978 en la que toreó una corrida fuera de abono y en la que cortó cuatro orejas a los toros mexicanos del hierro de Santacilia o la tarde de diciembre de ese mismo año en que desorejó a sus dos toros de Fuentelapeña y que unida al indulto de un toro de Las Mercedes dos días después le sirvió para ganarse su primer Señor de los Cristales que por entonces era de un tamaño casi diminuto. Otro indulto más sumaría en esta plaza, la del toro “consentido” de la ganadería de La Bolsa y que mató por Gitanillo de América que paso previamente a la enfermaría. Esa tarde de 1986, cortó cuatro orejas más a sus toros de turno y se llevó nuevamente los trofeos de la feria.

 

Tarde triunfal en Manizales compartida con los ganaderos Ernesto y Hernán Gutiérrez tras el indulto del toro  “Tornillo”

Dámaso Gonzales  es dueño de un capítulo especial de la feria de Manizales. Él y el toro de nombre Joyero protagonizaron en la tarde del 8 de enero de 1980, una tarde  difícil de borrar de la memoria de la afición de Manizales. “Joyero” fue un toro de la ganadería de Félix Rodríguez y le correspondió al torero de Albacete que con su acostumbrado temple le ejecutó,  según las crónicas,  hasta 90 muletazos ante un público que pedía el indulto a gritos. Un indulto que la presidencia no concedió.

Dámaso ante la insistencia del público y  antes las buenas condiciones del toro se negó a matarlo sentándose en el estribo durante más de un cuarto de hora mientras llegaban los avisos. El toro volvió a los corales y todos dieron como un hecho el indulto. Dámaso dio cuatro vueltas al ruedo y pagó $ 20.000 de multa por negarse a matar el toro. En la noche el toro  fue “raptado” y devuelto a los potreros desde donde terminó haciendo varias ganaderías entre ellas La Carolina.  Dámaso, en esa feria, triunfó a “la brava” en una feria en la que había debutado nueve años antes, ante toros de Fuentelapeña, tarde en la que el público lo obligó a dar tres vueltas al ruedo tras la negativa del presidente de otorgarle una oreja. Al año siguiente y bajo la lluvia cortó las dos orejas de un toro de Clara Sierra tras una faena que fue calificada como dramática y torera.

 

Otra tarde importante tuvo lugar en la feria de 1974 cuando Dámaso indultó al toro “Tornillo” de la ganadería de Dos Gutiérrez que por entonces lidiaban los hermanos Hernán y Ernesto Gutiérrez. Su faena a este toro fue premiada como la mejor de la feria por el diario La Patria.  Las estadísticas registran tres ferias más en su haber, con triunfos que no le alcanzaron para llevarse la Catedral.

 

En la Macarena de Medellín en una tarde en la compartió el triunfo con Antonio Ordoñez, El Puno y el ganadero de Fuentelapeña, don Abraham Dominguez.

Medellín y La Macarena guardaran en su recuerdo la tarde del 31 de enero de 1971 en la que Dámaso desorejó un toro de Fuentelapeña, tarde en la que salió a hombros con El Puno y Antonio Ordoñez que esa tarde toreó su última tarde en Colombia. Fue una de las tantas tardes en las que el torero de Albacete salió con un collar de arepas en su cuello como señal del triunfo en La Macarena de Medellín.

Se  marchó un torero al que el reconocimiento le llegó cuando ya estaba fuera de los ruedos y al que tarde le dieron la categoría que le negaron en los ruedos.

Buen Viaje Maestro…

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