Carta a Iván Fandiño, un rebelde con causa

Se cumplen tres años de la cornada mortal a la figura vasca

Por Rosario Pérez para ABC, tomado de internet

No sé cómo será el camino por allá arriba; por aquí abajo, apenas queda sitio para la verdad ni la rebeldía en un mundo de tanta mentira y acomodo. Y la tauromaquia es verdad y rebeldía. Qué fea la vida en la tierra en el año más extraño. Han muerto muchos, alguno de ellos le seguían a usted por las plazas. La muerte: esa es la gran verdad de este 2020, aun con las cifras bailando su último vals. Muchos no han podido despedirse ni de los suyos. Usted, torero, tampoco pudo, aunque era consciente de que ofrecía su vida y estaba dispuesto a pagar el más valioso de los tributos.

El mundo ha sufrido una cornada terrible, una pandemia que ha retratado el silencio más cruel. Qué rara la vida por aquí abajo. Dicen que todo ha cambiado. O quizá no tanto. En un largo encierro, los propósitos han sido muchos, como sacados de un catálogo de psicología barata: «Disfrutar a partir de ahora más de lo importante y valorar más lo que tenemos». Mentira. O verdad a medias. Habrá de todo, pero si la vida es lo que prima no son pocos los que rápidamente han perdido ese sentido de la responsabilidad, olvidándose pronto de aquellos que están en el frente dando la cara. Por aquí abajo no se ha perdido esa fea costumbre de que nos den la mano y coger el pie. Dicen también que hay valores que se han potenciado, y es cierto, hay gentes y mentes maravillosas, pero también se ha descubierto el rostro más falso. Y el más amargo.

Y qué cruda y rara una temporada sin temporada. Qué feo pinta para el mundo del toro. Aquella inquisición que ya latía en 2017 se ha hecho más fuerte en este 2020. Los puñetazos a la Fiesta llegan desde todos los lados del ring, desde la esquina política a la esquina de la prostitución animalista. Un ataque feroz y sin respeto que ha hecho que los aficionados -una vez más los aficionados- recorran las calles pidiendo que cese la intolerancia frente a un arte que es cultura, sí, pero que sobre todo es PUEBLO, sol y sombra. Porque el pueblo, unos cuantos de miles -otros están ya hartos de lo de fuera y lo de dentro-, se ha echado a la calle para clamar libertad. También las figuras, los no figuras, las cuadrillas, ganaderos y pocos empresarios. Pero sobre todo los aficionados, tan vapuleados tantas veces y otra vez dando la cara, especialmente esos aficionados del pueblo, tan olvidados… Se han acordado del pueblo ahora, como de Santa Bárbara, cuando truena. «Cada vez que se le pega un latigazo al toreo, quien se levanta en armas es el aficionado. A los realmente interesados les importa un pimiento todo esto», aseveraba recientemente Luis Francisco Esplá en una entrevista con ABC. Y al maestro no le falta razón: parecen «los últimos de Filipinas». Usted lo sabe, y su querencia por el pueblo y por el toro fue uno de los grandes motivos de su histórico 29-M: la libertad y la verdadera independencia eran eso, para bien o para mal, dispuesto a ir a contracorriente. La tauromaquia es rebeldía.

La nueva inquisición

Atrás quedan esta temporada los claveles y gintonics. Porque la Fiesta no es eso, ni tampoco tratar a los toreros, seres sagrados en el ruedo, como cromos, ni que los mandamases vayan a lo suyo y permitan que los de abajo malvivan para sobrevivir. La taquilla de las ferias es cosa de todos. El toreo es un misterio inexplicable, pureza con uno mismo. Es lucha permanente. Es hombría, con permiso del otro tribunal inquisitorial de ese nuevo y mal llamado feminismo que ataca hasta las placas de las habitaciones en los niños: ya hasta recriminan que su hija Mara tenga un cartel de «aquí duerme una princesa» o su ahijado Álvaro un letrero con «aquí duerme un pequeño héroe». La nueva inquisición no quiere ni cuentos ni heroicidades, pero tampoco quiere las verdades del barquero. ¡A paseo!

Dicen que los toreros tienen que ser toreros a las cinco en punto de la tarde y a cualquier hora que el reloj marque. No hay arte más grandioso que el que plasman frente a un toro, ahí son superhombres. ¿Y fuera? Los «bizcochones abrazos» -expresión de un antiguo- de los patios de cuadrillas, esos en los que otrora alguno decía que «cornás pa tos», que se transforme de una vez en el abrazo de la unidad fuera. Y, como comentaba recientemente un sabio taurino, si hay que romper una negociación para ganarla, se rompe. Si ahora realmente es sincera la voz de unión del toreo, que así sea… Para quien se lo crea, claro. El tiempo lo dirá.

El estado de la cuestión se halla entre un Gobierno con peligrosos socios animalistas, el ninguneo de Cultura -dando pases por aquí y por allá-, y con la pelota de la crisis pasando de tejado a tejado hasta caer en manos de las comunidades y ayuntamientos. A ello se une el jugar al empate de algunas empresas, que prefieren ceñirse al refrán de «virgencita, que me quede como estoy» y dejar el año pasar. Que sí, que todos estamos de acuerdo, que lo primero es la salud y, también, que no se puede dar un espectáculo cualquiera, y más con las fiestas de las ciudades suspendidas, pero los negocios ya están prendiendo motores de nuevo y se buscan soluciones… ¿Dónde está el trabajo? ¿Dónde está la rebeldía? ¿Dónde eso de reinventarse y de la manida vuelta de tuerca? Urge desde hace tiempo la readaptación de la economía del toro a la realidad, con el gran mal de pliegos demoledores por un lado y por otro de los propios dineros internos: nada se sostiene con más costes que beneficios, ni cobrando unos lo que no generan a costa de otros, ni con toreros a los que no les queda ni para el café, mientras otros parecen amarrarse a reglas ¿inamovibles? Esas batallas son desde dentro. Es urgente reactivar la economía taurina, aunque algunos ya parecen haber tirado la toalla y ni intentarán pelear por dar sus ferias negociando los aforos y condiciones con las respectivas comunidades –¿para qué lloran entonces?-; otros se han echado al monte de la esperanza y la lucha. Hasta que se cansen… Alguno se «rasga» la camisa del número de abonos, como si en cada plaza hubiese medio aforo de abonados. Ahora resulta que los abonos iban viento en popa en todos los mares, aunque se quejaran de lo contrario. ¿En qué quedamos?

Cierre de «6Toros6»

Ahora las figuras han formado un comité de crisis. Ojalá sea real tal unión y dure. Los ganaderos continúan sufriendo todo y más, y pocos se acuerdan de ellos. Las cuadrillas pelean por lo suyo; los de abajo lo están pasando francamente mal sin ningún ingreso en esta profesión tan estacional. Y las empresas, ¡ay!, más divididas que nunca aunque con extraños «matrimonios». Terminarán en los de siempre para repartírselo los de siempre. Al tiempo… ¿Les ha preocupado mucho a los profesionales que una revista taurina como «6Toros6» tenga que echar el telón? Altavoces, publicaciones, que se van y no vuelven. Una riqueza taurina, histórica y cultural que se pierde. Otra más. Qué pena: el periodismo taurino y el toreo ya son un poco más pobres con este cierre. ¿Le importa acaso a aquellos que en sus inicios soñaban con verse en su portada?

Amanece cada día, que no es poco. Pero no para todos. Muchos se quedaron y se quedarán en el camino, el camino que tanto tiempo atrás deberían haber hecho los profesionales y los que manejan la Fiesta. Ha habido paseos, que en eso quedarán, en paseos, con la libertad de reivindicar nuestra cultura. Vale, guay, ya es hora de alzar la voz. Un pasito. Pero eso ni muchísimo menos basta. Eso es media gota en un océano sin capitán, sin un líder que reme frente a tanto oleaje sin un Poseidón al que implorar en el naufragio.

Leyes animales frente a las que habría que haber combatido hace mucho intentarán destruir lo que un día nuestros abuelos vieron construir. Hay mucha hipocresía fuera. Y también dentro. Porque cuando todo pase, si es que pasa, los de arriba velarán no ya por los de arriba, sino por ellos mismos -ya saben, eso de «aquí todo el mundo va lo suyo, menos yo que voy a lo mío»-, y los de abajo… Ay, a no incomodar. Porque aquí en cuanto uno saca la cabeza, a por él. Y los que tienen la fuerza y el talento y podrían desmarcarse y liderar, a lo que digan los mandamases de tiempo atrás. ¿Dónde está la rebeldía?

Las orejas del lobo

La vida ha cambiado, pero en muchas cosas sigue igual. «Aquí nos gusta llevárnoslo rápido», aseguraba Enrique Martín Arranz en la conversación taurina más comentada de los últimos tiempos, en la que pedía una reforma del toreo desde abajo. «Si los toreros fueran tan valientes fuera del toro como dentro, otro gallo cantaría», advertía… Se oye que es el momento, «ahora o nunca», pero eso se ha oído otras veces ya. Y nada pasó, aunque orejas tan grandes nunca las tuvo el lobo.

Quizá por eso se aprecie desde algún ángulo ese intento de unidad como nunca, a la desesperada ya. ¿Cuántas veces se ha oído ese cantar? Ya no habrá más junios para Iván Fandiño, el último héroe caído. Ni julios ni agostos para los que cayeron antes. Los de la memoria, sí, pero eso no será consuelo para los suyos.

Por un rebelde con causa y por todos los que derramaron su sangre, por todos los que han perdido su vida y los que estuvieron a punto de perderla, la batalla debería ser completa, sin tanta guerra de guerrillas. Qué pena ver cómo el toreo es denostado por los oportunistas de fuera mientras los de dentro consienten que se desangre internamente. No todos: alguno ha querido salir de esa «zona de confort» para intentar pelear y dar la cara, y se está encontrando con escollos y escollos. Hay gente que ama esto de verdad. Y hay un pueblo que es el músculo de la Fiesta y que otra vez moverá los remos. Quizá en ese pueblo debería buscarse el capitán que tanta falta hace. Un verdadero líder.

Qué pena que aquel 29-M saliese cruz. La historia no siempre es justa… Justicia para la tauromaquia, por sus valores eternos en el ruedo. Por todos -como recordaba el poeta José León- los que ofrecieron sus vidas «para salvar las nuestras».

Postdata: «Solo la verdad nos hace libres, pero no pidan verdad si lo que quieren es oír mentiras». Hacen falta rebeldes como usted.

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