Cartagena: Contra viento y toros mansos
Luis Bolívar cortó cuatro orejas en el mano a mano con Sebastián Castella, quien cortó una. Pablo Hermoso de Mendoza saca raza y coraje y consiguió salir a hombros. Toros mansos del Capiro de Sonsón.
Por Rodrigo Urrego B.
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A la plaza de toros de Cartagena de Indias le vienen aplicando los santos óleos desde años atrás. Y aquel fin de semana de toros, con el que siempre se recibía el nuevo año, entre las ferias de Cali y Manizales, y donde se dejaba ver lo más selecto del jet set criollo, por esos días de vacaciones en la heroica, parecía ser asunto del pasado. A la Monumental, la corona que le da brillo al polvoriento diamante de beisbol y el estadio de fútbol del Real Cartagena, le vienen augurando un futuro como el de la Serrezuela, su legendaria antecesora. Aquel teatro taurino de madera que hoy hace tránsito a centro comercial. Y los toros en Cartagena dejaron de ser tradición y como el equipo de fútbol de la ciudad descendieron al infierno de la segunda división.
Desde la temporada de despedida de los ruedos de César Rincón, hace nueve años (2007-2008), Cartagena ha sido guillotina de empresarios y escenario de tendidos desolados. Un año atrás un empresario dejó vestidos a los toreros y desapareció ante la quiebra, pero un cartagenero por adopción, francés de nacimiento, y con cédula colombiana, se metió la mano al bolsillo y asumió los gastos para no incumplir a los pocos que habían pagado una boleta. Se salvó la corrida, aunque parecía ser la última. No en la cabeza de Sebastián Castella. Junto a su apoderado, Manuel Martínez Erice ‘Chopera’, asumieron las llaves de la plaza cuando estaban a punto de ser tiradas al mar. Y contra todo pronóstico, el lunes festivo 9 de enero, a las 5:30 de la tarde, cuando abrieron la puerta de cuadrillas, lo que vieron ante sus ojos parecía realismo mágico: la plaza de toros estaba casi llena, como si la afición no se hubiera ido nunca y hubiera vivido allí por años, a la espera de un cartel de primera división. Pablo Hermoso de Mendoza, Sebastián Castella, Luis Bolívar y Roca Rey, lo era.
A Castella, vestido de luces y de empresario, como si la Monumental fuera para él lo que la Maestranza de Ronda fue para Antonio Ordóñez, le vaticinaban un fracaso. Y para colmo, el destino se encargó de ir dando motivos a las aves de mal agüero. Roca Rey, herido en Manizales, se cayó del cartel a menos de 24 horas del paseíllo. Castella y Bolívar tuvieron que resolverlo en un mano a mano. Por si fuera poco, un desnivel en la pista del aeropuerto Rafael Núñez obligó a su cierre. Lo mismo que había pasado el 26 de septiembre del año pasado, el día en que parecía firmarse la paz en el país. Es decir, los augurios no eran los mejores. Parte de las cuadrillas se quedaron entre aeropuertos, otros pudieron llegar por Barranquilla. La corrida competía con los conciertos del festival de Música de Cartagena, pero los toros, contra todo pronóstico, fueron el suceso el lunes festivo en la heroica, tanto que los revendedores tuvieron trabajo toda la tarde, a las afueras de la plaza.
“Me bastó con dar un paso dentro de la muralla para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer”, dijo Gabriel García Márquez cuando se declaró enamorado de Cartagena. A las seis de la tarde, también bajo un cielo malva, los toros en la heroica parecían volver nacer. A pesar del viento que hacía ondear como banderas a capotes y muletas, pero sobre todo a los toros mansos del Capiro de Sonsón.
Es probable que los cartageneros no vieran una larga cambiada de rodillas desde hacía muchos años. Al menos la que dio Luis Bolívar para entrar en acción en el duelo, en el segundo de la tarde, arrancó la primera emoción y la que encendió una tarde noche que había sido condenada a la hoguera. El torero colombiano estuvo en plan arrollador. Más aún cuando el toro atropelló la muleta y dejó al torero a su merced. Se levantó como quien ha sido agraviado, para luego imponer su ley. Así, a punta de orgullo, Bolívar cortó cuatro orejas, y el público lo aclamó como si se tratara del libertador.
Castella preparó la fiesta, pero se llevó los peores regalos. A sus tres toros los tuvo que terminar enfrentando cerca a las tablas, donde quisieron refugiarse. Se empeñaron en no dejar torear a Castella, pero el francés se impuso al viento, y sorprendió a sus toros sacándoles faena. La más emocionante, la del séptimo de la noche. Cortó una oreja.
En Cartagena se comprobó que Pablo Hermoso de Mendoza vino a Colombia a enseñar el oficio a futuros caballos toreros. Y tras un decepcionante paso por Cali y Manizales, tuvo que caer a la arena para despertar la leyenda que lleva dentro. Volvió a la carga, herido en el orgullo, y se la jugó. Hasta se arrimó al toro más que nunca en la presente temporada. Y en el sexto enloqueció a la plaza con esas medias piruetas, con las que el caballo se llevaba hipnotizado al toro, de pitón a pitón. Ocho toros mansos que hicieron la noche larga, pero que volvieron a hacer heroicos los atardeceres de toros en Cartagena.
Cartagena de Indias, plaza de toros Monumental
Lunes 9 de enero de 2017
Toros de El Capiro de Sonsón
Sebastián Castella: saludo desde el tercio, silencio y una oreja
Luis Bolívar: dos orejas, dos orejas, y un aviso
Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y dos orejas.
Roca Rey, anunciado en el cartel, fue baja por su convalecencia tras la cornada de Manizales.