Castella: reaparición y puerta grande en Manizales

Lo mejor estaba al final. Y con el buen quinto de Las Ventas del Espíritu Santo y el potable sexto de Ernesto Gutiérrez Arango, el regreso de Sebastián Castella resultó triunfal.

Por Víctor Diusabá, tomado de La Patria en internet
Foto Wiliam Cortés

Aunque, con toda seguridad, eran otras las cuentas del torero francés y de la parroquia entera que estuvo a punto de llenar la plaza. Tanto en trofeos como en el desarrollo mismo de la tarde.
Igual, la imagen que quedó, como en el boxeo, fue el de esos dos asaltos de cierre en los que, tal cual sucedió en toda la tarde, el torero fue superior a sus adversarios.

E, incluso, hay que decir que en esos cuatro turnos previos fue Castella quien se encargó de mantener los ánimos arriba o, al menos, no dejar que la esperanza se evaporara.

Lo hizo en ese primero de Gutiérrez, del cual aprovechó la bondad para ligar tandas de mérito en las que no hubo tacha. La plaza, aún fría, le devolvió con palmas no solo el volver sino el estar como anduvo.
De ahí en adelante, el festejo entró en un bache. Primero, por culpa de la sosería del segundo de la tarde, del hierro de Juan Bernardo Caicedo. Y luego por lo poco que tenía por dentro el primero de los de Las Ventas, al que cuidaron en la vara. Aún así, no tuvo con qué responder en la recta final de la lidia.

El cuarto, segundo de Caicedo, mostró bravura en el caballo, sin embargo, luego se quedó a mitad de camino en la muleta.

Pero llegó la luz de ese quinto y el espada actuante en solitario lo advirtió desde un principio. El toro pareció responder a esa confianza y se entregó sin poner pegas. Por el contrario, colaboró hasta hacer ver grande la dimensión de la lidia del torero de Beziers, muy acertado en el planteamiento de construir en los medios. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro fueron los pañuelos que aparecieron en el palco presidencial.

Quedaba el sexto y nada más indicado que dejar todo arriba. Ese, del hierro de Gutiérrez, tuvo movilidad y fijeza, aunque sin rayar en la excelencia. Igual, Castella se impuso con su verticalidad y la excelente preparación física y mental con que llegó a un compromiso de semejante talla. Pero lo que pintaba para un cierre de categoría tropezó con una espada esquiva.

Ya, a esa hora, entrada la noche, Sebastián Castella había vuelto a lo que más le gusta y donde piensa quedarse para sentir y hacerse sentir.

Ficha de la corrida
Dos toros de Ernesto Gutiérrez Arango, nobles. Dos de Juan Bernardo Caicedo, uno soso; el otro, bravo en el caballo pero luego se paró. Y dos de Las Ventas del Espíritu Santo: uno blando y descastado; el otro, quinto, bravo y con calidad, premiado con la vuelta al ruedo.

Sebastián Castella: palmas, silencio, palmas, silencio tras aviso, dos orejas y palmas tras aviso.

Plaza casi llena, tiempo fresco.

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