Cristian Restrepo a hombros en San Juan de Rioseco

Se lidió una seria corrida de Ernesto Gutiérrez a la que Restrepo le cortó una oreja a cada uno de sus toros. El rejoneador Andrés Rozo fue ovacionado.

 

Por Diego Caballero

 

La Sanjuanera lucía renovada para una fecha que no era la suya. En el último día de la feria de San Juan de Rioseco se programó su corrida de toros cuando los visitantes alistaban maletas y los del pueblo despedían a los turistas.  Las corridas de toros tienen su día tradicional, pero los alcaldes siempre tendrán la última palabra así vaya en contra de los esfuerzos de una empresa, que como en este caso, decidió arriesgarse para que no se perdiera una corrida en nuestro cada vez más reducido calendario taurino.

Fue una verdadera lástima ver los tendidos con un solo cuarto de entrada, los que no fueron,  se privaron de ver un encierro muy bien presentado. Don Miguel Gutiérrez envió para la ocasión tres toros negros y un jabonero que de salida provocaron asombro en el tendido y respeto en el ruedo.

El jabonero,  con suficiente romana y muchos rizos,  abrió la tarde y un nuevo camino para Cristian Restrepo que lleva varios años de alternativa, pero para la afición resulta un torero nuevo. Tras su primer año de matador de toros se tuvo que alejar de los ruedos por una lesión de vertebras que lo mantuvo a la sombra de las plazas y de las voces de los aficionados que no olvidan sus tardes de novillero, como aquella en una feria de Cali cuando con dos cornadas graves, dio una noche heroica ante Estanquero, un novillo con  larguísimas guadañas de la ganadería de Clara Sierra que le permitió robarse el  momento más emocionante de esa feria. Por esos recuerdos y por el calvario que representó una  lesión a destiempo,  su tarde, lejos de ser una más, era casi la primera.

Ante este primer toro logró abrir su marcador de trofeos. Su toreo al natural, de uno en uno, por las condiciones del animal, se sumó a un buen ramillete de verónicas y a una segura espada que llevaron al trofeo. Lo hecho a su segundo toro tuvo mayor impacto por las repetidas embestidas que le ofreció el toro de Gutiérrez. Sobre todo en la primera tanda por el pitón derecho donde el animal embistió humillado y tan largo como lo llevó la muleta de Restrepo. Fueron seis muletazos rematados con el de pecho que hicieron sonar la música. Las siguientes dos tantas redujeron el número de muletazos, pero mantuvieron la emoción arriba en el tendido. Por naturales el toro dijo no, por lo que el toreo con la derecha volvió a imponerse como cierre de la faena. Un pinchazo que precedió a una gran estocada dejó todo en una oreja. Fue lo de menos, para Restrepo, el mayor de los premios es emprender de nuevo el camino y a hombros.

El rejoneador Andrés Rozo tuvo la tarde a su contra. Su primer toro, el más serio de la tarde, se agarró al suelo y poco pudieron hacer las cabalgaduras para que las siguiera. Y eso que lo intentó de una y otra forma, arriesgando sin recompensa. Su segundo toro se movió algo más, lo suficiente para que Andrés calentara la noche clavando banderillas largas y cortas, siempre intentando torear con las cabalgaduras para alcanzar un triunfo que no llegó porque no fue fácil acertar con el rejón de muerte. Eso sí, el rejoneador mostró valor y una desmedida disposición para que no se le escapara la tarde a pesar de las adversidades que afrontó.

En el intermedio del festejo lidió un becerro Cristian Restrepo (Hijo) mostrando una facilidad e improvisación impropia de su corta edad. El público encantado con el toreo del niño,  obligó a que se le concediera una oreja simbólica.

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