Cristóbal Pardo, un ídolo en la tierra del Rey
El torero caldense suma este año 52 tardes, 35 de ellas en ruedos peruanos donde desde hace más de una década se ha convertido en un torero habitual y triunfador. Un ídolo en la tierra del actual Rey del toreo.
Por Diego Caballero
Cristóbal Pardo decidió hace 14 temporadas emprender la aventura peruana. Eso le supuso alejarse de su familia y de un aparente confort en la provincia colombiana, que ya empezaba a ser escasa, para buscar otros caminos. Eran otros tiempos en el Perú taurino, Roca Rey apenas se asomaba por la boca de los burladeros para ver a su hermano Fernando, casi un niño, torear becerros en festejos mixtos donde el propio Pardo hizo sus primeros paseíllos en aquellos ruedos.
Hace más de una década, en la plaza de Cutervo, Cristóbal iniciaba una aventura que terminó siendo un idilio. Lejos, estaba el torero caldense de imaginarse que aquellas plazas capaces de albergar a más de 10.000 aficionados y a las que para llegar había que aguantarse más de un día con su noche montado en auto bus, lo convertirían en un ídolo de los aficionados que las llenaban y las llenan con devoción.
En el año de su primera aventura, Cutervo no era la feria consolidada que es hoy, ni Perú era el Perú de hoy taurinamente hablando. Cutervo celebraba una feria de seis corridas en las que no había sorteo. Los caciques del pueblo elegían a dedo, al torero que ellos pensaban como la mejor opción para torear el toro que previamente habían ofrecido a la corrida y a San Juan Bautista, patrón del pueblo.
Pardo tuvo la suerte de entrar en ese peculiar sorteo desde el inicio de la feria y jugarlo por primera vez. Su suerte, la de esa mañana, se extendió hasta la tarde y logró cortar las dos orejas al toro de su estreno peruano. Como premio repitió las siguientes tardes porque desde ese momento, se convirtió en el torero de la feria y así de todas en las que se lograba ver anunciado.
Participó del nacimiento del camino peruano, que por esos días tenía mala prensa pues días antes de su arribo al Perú, un torero español, Reina Rincón, había perdido la vida en hechos confusos en aquellas tierras. Esa tragedia y las distancias entre los pueblos y sus difíciles caminos, no fueron un impedimento para que Pardo se enamorara de la afición peruana. Se sumó así, a una plantilla de toreros españoles, venezolanos, franceses y portugueses que se buscaban la vida por aquellas tierras.
Los caminos (casi siempre) interminables y empolvados fueron recorridos por el colombiano, una y otra vez, para triunfar de plaza en plaza y sumar hoy la envidiable cifra de más de 400 corridas de toros y acumular más de 70 escapularios, el trofeo que reconoce a los mejores en las ferias peruanas. A muchas de estas corridas acudió sin saber que saldría por la puerta de chiqueros; el toro demasiado hecho, el menos o alguno de dudosa procedencia. Tampoco el dinero, en muchas tardes, estuvo a la misma medida de los miedos.
Todo le tuvo que dar igual; el que paga quiere espectáculo y hay que dárselo, aun sabiendo que afuera, en muchas ocasiones, no esperaba una ambulancia como prevención y si un camino empolvado para buscar la Panamericana, la gran carretera que une esos caminos y donde hay que seguir jugando con la vida.
Y no es un decir, Pardo, como muchos de sus compañeros, lo ha comprobado. En el 2012 tuvo que alejarse del toreo por dos años. Un accidente estuvo a punto de poner fin a su carrera. Su tenacidad, dentro y fuera de los ruedos hizo que se volviera a vestir de luces.
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Pero más allá de los números, Cristóbal ha podido mantener una vida de torero gracias a su sacrificio. Vestirse de torero varios días de la semana, es cosa que pocos cuentan.
Esta temporada es el torero colombiano que más veces ha hecho el paseíllo; 52 tardes es una cifra difícil de alcanzar por cualquier torero del mundo. Entre Perú y la provincia colombiana, donde su cartel se mantiene intacto, Cristóbal ha logrado números envidiables.
Hoy el Perú taurino es otra cosa, la erupción de Andrés Roca Rey hace ver al país hermano de otra forma, cada vez son más los toreros de nombre y sin el, que buscan sus plazas para darle un aire a su profesión. El espacio se reduce para cientos de nombres que aspiran a anunciarse en los carteles, pero el nombre de Cristóbal Pardo no cede su puesto.
Ha pasado ya una década de aquella feliz tarde del debut en Cutervo, y hoy como ayer, Cristóbal Pardo sigue siendo un ídolo en la tierra del Rey del toreo.