Lleno por La Santamaría en Puente Piedra

Tarde emotiva en la que Antonio Ferrera y Juan de Castilla salieron a hombros tras despachar una corrida de Mondoñedo.

Se llenó la plaza como respuesta a tantas trabas y papeles que buscaron la cancelación de la corrida de toros, sin que ningún argumento sirviera de excusa a los caprichos prohibicionistas. Los más de 2000 aficionados que llegaron a Puente Piedra, fueron, igualmente, una contestación a una “manifestación” de menos de 50 mal llamados animalistas que pretendieron, días antes, “paralizar” el municipio de Madrid.

Se inundaron los tendidos, en su mayoría, de aficionados bogotanos que completaron un año más con su plaza cerrada, buscando refugio, otra vez, en la plaza vecina, a 30 minutos de la capital. Se respiró, entonces, aire bogotano desde la misma entrada a la plaza donde conocidos vendedores de botas y cojines mostraban su mercancía. Horas antes los revendedores habían llegado a reclamar su agosto, también los monosabios ataviados con su clásico pantalón blanco y camisa roja para poner todo a punto en el patio de cuadrillas; el desfile de las gorras de los peñistas se hizo notar, como los alguacilillos de La Santamaría montados en sus caballos alrededor de la plaza. Y ya en ella, las notas del Gato Montés dieron la orden para el inicio del paseíllo, después de que se entonara el himno de Bogotá, y entonces, la plaza se hizo un solo clamor, un olé ronco que llamó a la nostalgia, tan largo que pareció escucharse hasta terminado el desfile de los toreros en medio de aplausos, de los abrazos en que se estrecharon algunos aficionados por volverse a reencontrar o por el solo hecho de sentirse en libertad. Eso sí, en los tendidos se quedaron con ganas de corresponder con una ovación a la terna, porque el presidente de la corrida, apenas los toreros quitarse el capote de paseo, ordenó que abrieran la puerta de los toriles. Faltó al del palco, la sensibilidad que había mostrado la afición bogotana.

Pronto apareció ‘Leñador’, el primer Mondoñedo de la tarde que rápido enseñó que la tarde iba a ser un difícil examen para los de abajo, y emocionante para los de arriba. Porque los de Mondoñedo tuvieron la virtud de la trasmisión, a pesar de que no siempre quisieron seguir los engaños, y de las exigencias propias de un encaste, también ya propio. Todos fueron al caballo dos veces, empujando de buena forma, lo que hizo que en Puente Piedra rondara ese ambiente torista de las tardes, casi siempre frías, de Mondoñedo en La Santamaría. Como en ese primer toro, agarrado al suelo por momentos, en el que un grito desde el tendido llamó a la labor de Antonio Ferrera, que herido en su orgullo se puso a buscarle las teclas al toro, como ahora le llaman a buscar la lidia correcta, hasta obligar al de Mondoñedo a seguir su muleta por ambos pitones. Como buscó también la lidia a su segundo toro, cuarto de la tarde, y por el que nadie apostaba. Sucede que después de empujar largamente dos veces al caballo de William Torres, el toro se quedó en medias embestidas y apagó su emoción. “¡Mátalo!”, se escuchó desde el tendido, pero Ferrera sabía que la tarde no era una más, era el resumen de muchos esfuerzos y no podía faltar el suyo. Poco a poco, o mejor, muletazo tras muletazo, ‘Rosquetero’, así se llamaba ese toro, alto, con hechuras de otro tiempo que tapaban en parte sus 505 kilos, fue alargando sus buenas embestidas hasta sentirse podido, ya tras muchos muletazos, por un torero entregado y entonces buscar las tablas. Pero ya la faena estaba hecha, ya los tendidos se habían encendido provocados por toro y torero. Una estocada puso al animal a rodar sobre la arena y la plaza se tiñó de pañuelos blancos. Una oreja supo a poco, y a mucho la vuelta al ruedo que desde el palco se ordenó para el toro cuando nadie lo esperaba. Otra oreja cortó Antonio en el sexto de la tarde asegurando la puerta grande.

A Juan de Castilla tampoco le faltó entrega. Todo lo contrario, siempre apostó. Como en su tercer toro, ‘Fogonero’ de nombre y con hechuras de más para la misma Santamaría. Con dos orejas ya en su esportón y la llave de la puerta grande, Castilla se jugó la vida ante un toro que siempre buscó olerle la taleguilla. Siempre la planta firme, siempre el brazo largo para ver pasar sus toros y el no querer dejarse ganar la pelea, como base de su tauromaquia. Con ‘Carpintero’, su segundo toro, mientras duró, Juan elevó al máximo los decibeles de los olés cuando la ligazón se unió a su faena. Era de dos orejas, solo llegó a sus manos una porque el toro vendió cara su muerte y muchos pañuelos se guardaron. Ya había cortado la primera oreja de la tarde, por el mismo palo de la entrega y el mando, además de una mano baja, a ‘Hoyador’, toro con clase, el de más claras embestidas de la tarde.

Tras la vuelta al ruedo de Juan de Castilla en su segundo toro, quinto de la corrida, otra vuelta al ruedo alargó la tarde. La dio Cayetano Romero a hombros de sus compañeros. Se marchaba el legendario mayoral de Mondoñedo poniendo fin a muchos años a caballo y de inolvidables puyazos.

Felipe Miguel Negret lidió en tercer lugar un novillo de la misma ganadería. Tuvo nobleza el animal y acudió con prontitud a la muleta del novillero que supo administrar cada muletazo, alguno terminado detrás de su cintura y empalmados con largos pases de pecho. Faena con ritmo y ligada que no tuvo buen colofón con la suerte suprema. Palmas bien ganadas para Negret al que le habían vaticinado pitos. Eso debió ser su mayor recompensa.

 

Ficha del festejo

Sábado 15 de marzo, 2025

Marruecos

Toros de Mondoñedo.

Antonio Ferrera: Ovación, Oreja y Oreja.

Juan de Castilla: Oreja, Oreja y Ovación.

Felipe Miguel Negret: Palmas en el único que le correspondió.

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