Luis David corta una oreja

El mexicano Lus David paseó la única oreja concedida hoy en la décima corrida de la feria de San Isidro, obtenida de un bravo astado de pelo jabonero de la divisa de Juan Pedro Domecq y que contará como uno de los muchos buenos toros que ya van lidiados en el serial madrileño.

 

Esa solitaria oreja se antojó escaso premio no tanto a su voluntarioso trabajo sino en comparación con el aún mayor que el toro le puso en bandeja con la calidad, repetición y largo recorrido de sus embestidas, merecedoras de un toreo de más calado, hondura y reposo que el que encontraron en las manos del joven azteca.

“Ombú”, como se llamaba el ejemplar de Juan Pedro, lució su llamativo pelo jabonero, casi albahío de tan clara tonalidad, y las más finas y mejores hechuras de una corrida de excesivo volumen que, probablemente por eso, se desfondó pronto durante la lidia.

Pero no sucedió así con este tercero de la tarde, que fue también el de menos alzada y que rompió a embestir con vibración y entrega desde que Luis David le abrió con unos ajustados estatuarios una larga faena que el animal aguantó con idéntica entrega y fuerza en sus acometidas.

Fue así como el animal puso gran parte de la emoción que tuvo el trasteo, con el matador aprovechando las inercias de las infatigables arrancadas, que ligó a tambor batiente, pero, por falta de verdadero mando, sin que, entre tanto movimiento continuo, llegara a reducir la velocidad del animal.

No faltó entrega, pues, pero sí temple en los muletazos del mexicano, sin que ello fuera óbice para que el público se calentara con la emoción del conjunto y le pidiera finalmente, tras verle como se volcó en la estocada, esa oreja que supo a poco.

Por contra, a Luis David le correspondió también el peor toro de la corrida, un sexto temperamental y áspero que apenas se desplazó y con el que, a punto de ser desbordado, se justificó bullidor y afanoso para no perder enteros en la valoración.

El resto del voluminoso encierro de Juan Pedro Domecq adoleció de raza y de fondo, por manejables que resultaran algunos toros. El veterano Finito de Córdoba dejó ver, sin que apenas se le valorara, ese reposo natural que da la maestría y la limpia sencillez del toreo más clásico y de buen trazo, ante un lote que redujo la emoción a la nada.

Por su parte, al valenciano Román se le notó espeso de ideas y recursos para encontrar el acople con un segundo que tuvo fuertes acometidas antes de rajarse y un quinto al que, muy caído de culata, le costó emplearse a la inconcreta muleta de uno de los toreros que, con tres paseíllos, se anunciaba como base de la feria. Ya solo le queda una última “oportunidad” con la corrida de Miura…

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Juan Pedro Domecq (el 6º con el hierro de Parladé), cuatro de ellos cinqueños, muy armados y de excesivo volumen en su mayoría, frente a alguno más armónico y bajo de agujas. En conjunto, corrida medida de raza y fuerzas, salvo el sexto, complicado y temperamental y el fino y bravo tercero, que tuvo entrega, recorrido y repetición en sus embestidas.

Finito de Córdoba, de corinto y oro: cuatro pinchazos y descabellos (silencio tras aviso); pinchazo hondo trasero (silencio).

Román, de azul rey y oro: pinchazo bajo y tres descabellos (silencio tras aviso); estocada corta desprendida y descabello (silencio).

Luis David, de blanco y plata: estocada caída (oreja); pinchazo hondo y descabello (ovación)).

Entre las cuadrillas, destacó Miguel Martín en dos excelentes pares de banderillas al tercero, aunque no fue obligado a saludar como sí sucedió con Tomás López en el sexto,.

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio del doctor Ramón Vila, antiguo cirujano jefe de la plaza de la Maestranza y fallecido hoy en Sevilla.

Décimo festejo de abono de la feria de San Isidro, con algo menos de las tres cuartas partes del aforo cubiertas (16.317 espectadores, según la empresa) en tarde agradable.

Con información de EFE

Comparte este contenido