Manizales: Malicioso paga la boleta

José Arcila y José Garrido cortaron una oreja cada uno en un festejo tedioso. La tarde la salvó el sexto al que el público pidió el indulto. Se lidió un encierro de Santa Bárbara cuyo peor lote cayó en las manos de Luis Bolívar.

Por Rodrigo Urrego B.

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Las boletas para entrar a los toros son bastante costosas, y más aún cuando sale el primero de la tarde, el segundo, el tercero y no pasa nada. Peor cuando sale el cuarto y sale más aburrido que el anterior, y cuando el quinto se empecina en ser la excepción de la regla de aquella máxima de que no hay quinto malo. Es probable que, cuando la noche caía, los más de 12 espectadores que pagaron su boleta miraban la contraseña con lágrimas en los ojos, y con ganas de tirarla a la basura. Hasta el último episodio de la tarde, los protagonistas habían sido un tercio del tendido de sombra copado de jóvenes con camisas blancas y pañuelos rojos, como si estuvieran en el tendido de sol de La Misericordia de Pamplona y en pleno San Fermín, y el banderillero Hernando Franco aclamado por poner banderillas con su robusta figura.

Malicioso salió de toriles con la misión de salvar la tarde. La de su divisa, y la de los miles que se habían metido la mano al bolsillo para bostezar toda la tarde. No fue un toro bravo, o por lo menos no era el toro bravo que Santa Bárbara ha venido acostumbrando. Era una auténtica fiera. Y en tarde de pocas embestidas, el tuerto terminó siendo ungido rey en tierra de ciegos. El público se aferró al toro jabonero como el mesías prometido, por lo menos el esperado en las cinco veces que la puerta de toriles se había abierto. Y cuando veía un capote o una muleta delante, la perseguía como un huracán. José Garrido lo comprobó, pero también lo padeció. Cuando le había pegado 20 muletazos -uno por serie muy bueno, los otros como quien esquiva un temporal-, se fue por la espada como para terminar la difícil batalla, pero cuando regresó de las tablas vio que el toro estaba tan entero como si el torero apenas hubiera desdoblado la muleta. El público se enfadó, quería más. Lo que no había visto en los toros anteriores. Le exigió a Garrido que siguiera toreando, y cuando el matador se perfilaba con la espada, la pasión se encendió en los tendidos.

La gran mayoría de la plaza agitaba ponchos y tiraba botas a esa altura ya vacías para reclamar el indulto para Malicioso. No por bravo, porque había pagado la boleta. Garrido amagó con entrar a matarlo hasta cuatro veces, entre una y otra daba muletazos por alto que la gente le dedicaba oles tan sonoros como si fueran por abajo. La presidencia hizo sonar un irreglamentario aviso para presionar al torero, llevándose la bronca y los gritos de ‘pícaro’, la palabra menos castiza que se pronuncia en una plaza de toros. El torero metió la espada, el público pedía las dos orejas, el pañuelo que salió fue el azul, el de la vuelta al ruedo para el toro, y después un solo pañuelo blanco. Los tendidos se enfurecieron, unos pitaban, otros aplaudían la decisión. Garrido protestaba, pero tuvo que conformarse con pasear una sola oreja de Malicioso.

José Arcila acaparaba los titulares de la tarde hasta ese momento. La razón, había cortado la única oreja de la tarde. Lo hizo en el segundo, turno en el que se dejó ver ante sus paisanos con nuevos andares y con ideas renovadas, pues hasta se le vio echándose el capote de la espalda en pleno saludo con el capote, algo poco común. Con la muleta se fue a los medios. Se lo cambió por la espalda en la primera embestida, y luego desempolvó la arrucina, pase tan antiguo pero que en los tiempos modernos está siendo llevado a su máximo nivel de riesgo. El torero asoma apenas el pico de la muleta por detrás de su cuerpo, y ofrece muchas ventajas al toro. Eso lo hizo Arcila. Luego toreó sin mancha, pero con poca emoción, y sin ajustarse demasiado al toro. Pero siempre con buenas intenciones. Le tocaron la música pero el pasodoble acabó antes de terminar la faena. Y la estocada, de una espectacular ejecución, tuvo sus efectos. Una oreja que hasta el momento había sido lo único reseñable de la tarde. Arcila también padeció en la tarde. El quinto fue un toro muy aventajado, y se empecinó en hacerle pasar un mal rato al torero. Pese a ello el público lo aplaudió hasta que saliera a saludar una ovación.

Luis Bolívar se fue con la montera puesta y con el ceño fruncido. Si para los espectadores había sido un suplicio la tarde, para el torero nacional fue todo un viacrucis. Su primer toro fue el peor del encierro. Como anunciando lo que se vendría. No valió la larga cambiada de rodillas con el capote, comenzar la faena de muleta apoyado en el estribo. Ni por el derecho ni por el izquierdo. No hubo manera. El cuarto de la tarde parecía ser el llamado. Pero apenas duró la primera serie en la que Bolívar se lo pasó hasta seis veces en el centro del ruedo. Pero nadie sabe las razones, el toro no volvió a embestir. La banda también agotó el pasodoble, y ni así embistió. A Bolívar se le iba la feria de Manizales sin una sola oreja. Primera vez en su carrera.

Manizales, plaza de toros de Manizales
Miércoles 3 de enero de 2017
Feria de Manizales
Segunda Corrida
Toros de Santa Bárbara

Luis Bolívar: silencio y silencio
José Arcila: una oreja y saludo desde el tercio
José Garrido: Saludo y una oreja.
El toro Malicioso, lidiado en sexto lugar fue premiado con la vuelta al ruedo. 

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