Muere Palmeño
Andrés Kury Gómez “Palmeño” ha dicho adiós en la madrugada de ayer. Una crisis de asma cuando se encontraba en la hacienda Fuentelapeña, su última guarida, no le dio tiempo de llegar a Palmira en busca de un último auxilio.
Por Diego Caballero
La ganadería de Fuentelapeña fue su excusa para estar unido al toreo, en casa de los hermanos Domínguez, Palmeño hacía de todo, los oficios del campo, padecer los embarques, sufrir los sorteos en la plaza en días de los toros de los Domínguez, los eternos papeleos y hasta gozar las tardes de triunfo del hierro de don Abraham como si fueran suyos.
Pero antes de Fuentelapeña, Andrés había cumplido su sueño de ser matador de toros, y de dejar su nombre como el primero de una larga lista de toreros con alternativa que procedían de las clases de la Escuela Taurina de Cali. Fue, un 3 de noviembre de 1991 en su Palmira. Emilio Oliva y Juan Cuellar, dos toreros de los llamados revelación de temporada y que venían precedidos de buenas tardes en las Ventas de Madrid, fueron sus compañeros de cartel y con quienes lidió una corrida de la ganadería de Guachicono que esa tarde no hizo buen uso de su fama que sostenía en alto por entonces. Cortó una oreja para beneplácito de sus paisanos que acudieron en masa a ver a su nuevo torero. Repitió dos días después en su plaza, en la corrida del toro junto a Emilio Oliva, Juan Cuéllar, El Soro, Gitanillo de América y Joselillo de Colombia para lidiar una corrida de Paispamba. Cortó otras dos orejas, pero esos premios no fueron suficiente para firmar nuevos contratos. Aunque le llegaría uno que no firmó.
El 2 de enero de 1992, a pocos días de su doctorado, debutaba como matador de toros en Cañaveralejo por la vía de la sustitución. Joselillo de Colombia no pudo cumplir la cita que si cumplió Palmeño al lado de César Rincón y de Víctor Méndez. Pudo haber cortado alguna oreja a los toros de Ernesto Gutiérrez, pero su espada no estuvo a la altura de su valor. Quedó para su consuelo o el de su espada, que el maestro colombiano esa tarde vio volver un toro suyo a los corrales. En 1995, regresó al ruedo de Cali, a la corrida del toro en la que alternó con Nelson Segura, Pepe Ruiz, Paco Mena y Dinastía quienes se las vieron con los toros de Guachicono. No hubo suerte en esa única oportunidad que ofrecen las corridas del toro y su tarde supuso un punto y aparte para el alumno aventajado y admirado por sus compañeros de la escuela.
Antes, casi una década antes de aquella última tarde en Cali, él y el bogotano Joselito Borda, a mediados de los ochenta, lograron tal ambiente de novilleros que hicieron que se incrementaran los festejos menores. Palmeño llegó a su debut en La Santamaría de Bogotá con fama de triunfador en Cali y con el “título” de ser el sobrino de “El Pollo” figura de los banderilleros caleños. Sus rivales lo esperaban con ganas, como a todos los que venían de Cali en busca de la capital, pero el sobrino de El Pollo resultó un verdadero Gallo, que con su figura menuda y su mechón sobre la cara, se ponía de rodillas apenas sus novillos salían al ruedo. Desde ahí, se inició su romance con La Santamaría que solo compartió con Joselito Borda. Fueron tardes apasionantes de dos novilleros llenos de tropiezos y de ganas.
En La Santamaría repitieron juntos más de diez tardes seguidas y con ellos, se iniciaron muchos de los aficionados actuales, que por entonces eran niños que se tiraban al ruedo para sacarlos a hombros, aunque sus ídolos no sumaran los trofeos exigidos. A Palmeño lo izaban de blanco y oro y a Joselito Borda, de lila y oro. Casi siempre el mismo terno, siempre la misma foto, era lo que había.
El siguiente paso fueron las novilladas con picadores en las ferias. Triunfó siempre, poniendo su valor y su carisma como escudo para no dejar escapar aquellas oportunidades de oro ante novilladas como las de la ganadería del Socorro, hierro fijo en las novilladas de entonces, que resultaban verdaderas pruebas de fuego.
Tras el boom de novillero, su carrera como matador duro poco. Pero su afición crecía, el campo y los micrófonos de Clarín Taurino, por los que transmitía la feria de Cali al lado de su hermano Gustavo Kury, lo mantenían activo. Sus comentarios y su “chispa” hacían presagiar que pronto se colocaría a la cabeza de los narradores taurinos, no le alcanzó la vida. Nos deja como recuerdos, sus comentadas hazañas y su risa eterna. Descansa Palmeño.