Toreo y mentiras
Interesante ejercicio resultó ser la audiencia pública en Cali sobre el proyecto de ley que pretende prohibir las corridas de toros en Colombia.
Por Víctor Diusabá Rojas, tomado de El País de Cali
¿Qué nos dejó esa sesión del viernes pasado en la Cámara de Comercio de Cali? Para quien escribe, orgulloso miembro de la comunidad taurina, muchas verdades.
La primera: la iniciativa de los llamados animalistas parte del desconocimiento de todo tipo de realidades. Lo cual no sería tan grave si no fuera porque empujan prohibir una actividad enmarcada hoy dentro de la legalidad. Esa misma de la que derivan su sustento miles de familias, aparte del respaldo -llamémosle militancia- de miles más.
¿Sustento de miles?, preguntarán los prohibicionistas. Sí, de miles, en un país con oscuros nubarrones a la vista en los horizontes de lo económico y lo social, comenzando por el desempleo.
Ahí, en el curso de la audiencia, fue un poema la cara de sorpresa del representante Juan Carlos Losada, inspirador del proyecto, a medida que se enteraba, de boca de los propios eventuales damnificados, del desolador panorama que dejaría su idea en el inmenso circuito económico que genera la fiesta brava.
Y eso que hablamos apenas del primer anillo. Porque si el Congreso de la República escuchara también a los diferentes frentes del mundo de la hostelería, sabría del daño que ya causó en Bogotá y Medellín. Aparte del que sobrevendría para Cali y Manizales. Eso sin citar decenas de pequeñas poblaciones donde los toros mueven afición y turismo.
Tales alcances deberían ser de conocimiento por parte de quienes van a juzgar la existencia de la fiesta de los toros.
Lo malo es que no la conocen. Ni siquiera se han tomado el trabajo de averiguar qué es el toro de lidia, tras el que parecen ir algunos con el único fin de su extinción.
Así lo reconoció una vocera de esa extraña causa. Palabras más, palabras menos: como ese animal es fruto de manipulación genética, ya sin festejos taurinos, el paso siguiente en su evolución es la desaparición. Un absurdo nacido nada más que de la ignorancia.
Y de la mentira. El propio Losada volvió allí a echar el viejo cuento de las supuestas sustancias que les aplican a los toros antes de ser lidiados.
Usted, Losada, que se precia de haber sido aficionado en sus años mozos, debería saber que si hay algo peligroso para el lidiador a la hora de enfrentar un toro bravo es que este no vea bien. Le enseñaron mal.
Dijo también Losada que una prueba de la decadencia de la fiesta de los toros es que no hubo oferentes en la reciente licitación abierta en Bogotá para La Santamaría.
Otra mentira. Oferentes no hubo porque lo que licitaban era otra cosa muy diferente a lo que son las corridas de toros y similares. Exigían que fuese sin puyas, ni espada. Mejor dicho, el toreo light, que no es toreo sino su física desnaturalización.
Que quede claro, quienes se ponen de ese lado faltan a la auténtica verdad de la tauromaquia. No son más que quintacolumnistas.
Pero no es solo la mentira lo que quieren imponer. También es la hipocresía.
Hace unos días, las corridas estaban en la mira junto a corralejas y riñas de gallos. Ahora son solo las corridas. ¿Y eso?: puro y vulgar cálculo electoral.
Aunque todo eso no son más que monedas ¿Qué hace un artista si le quitan su arte? preguntó alguien. No hubo respuestas.
Porque aquí lo verdaderamente grave de esta prohibición es el atentado que ella representa para las libertades.
De esa arbitraria forma de proceder se encargará el juicio de la historia. Aunque antes, la Corte Constitucional. Si quieren, allá nos vemos.