Cuando Ernesto Gutiérrez volvió a la vida 

Hace 40 años, entre el 17 y el 20 de abril de 1984, Colombia estuvo en vilo por la suerte de Ernesto Gutiérrez Arango, quien durante la Semana Santa de ese año estuvo secuestrado durante 52 horas. Este fue el testimonio con el que el propio ganadero manizalita relató su cautiverio.

Por Rodrigo Urrego B.

Un jeep amarillo

“Yo me hallaba en mi habitación escuchando radio y de pronto apareció un hombre diciendo que me buscaba la Policía. Cuando salí hacia el establo, iba desprevenido. Vi un carro y nada pude hacer, encontré a los otros hombres que me amenazaron y me dominaron finalmente. Yo ofrecí resistencia, pero me taparon la boca y me golpearon en la cabeza con la cacha de un revólver, perdí un poco de sangre y quedé medio aturdido. Me metieron en el fondo del jeep, en el cual huyeron por la carretera hacia Pereira. Esto ocurrió a 200 metros de la casa del administrador y a más de 400 de la casa de la hacienda San Felipe”.

Con esas palabras, el médico y ganadero de toros bravos Ernesto Gutiérrez Arango relató lo sucedido a las 7 y 15 de la mañana del 17 de abril de 1984, martes santo, día en que encontró las cadenas del secuestro, cuando caminaba por el sendero de medio kilómetro que separa la casa de su finca del establo.

Gutiérrez Arango acostumbraba a visitar con cierta frecuencia su hacienda San Felipe, situada a cinco kilómetros de Pereira, sobre la margen izquierda de la carretera a Cerritos, que conduce a Cartago, donde combinaba cortos periodos de descanso con el trabajo y la revisión del ganado y los cultivos.

Aprovechando la Semana Santa, Gutiérrez Arango había viajado a San Felipe desde el viernes anterior (13 de abril) en periodo de descanso, acompañado de su esposa Bertha Botero de Gutiérrez, su hija María Mercedes y algunos de sus nietos.

A las nueve de la mañana de ese martes santo, transcurridas dos horas desde que el ganadero salió de la casa, se extrañó su ausencia. En vista de que no se presentó ninguna comunicación entre él y su familia, como era lo acostumbrado, su esposa inquirió por él. Los empleados del establo afirmaron que el hacendado no llegó a ese lugar.

Los temores de un posible secuestro aumentaron cuando una empleada de la hacienda dijo haber observado, desde una distancia de 200 metros, a cuatro individuos forcejear con otro hasta obligarlo a subir a una camioneta de color amarillo que huyó por la carretera que divide la hacienda, versión que también entregó a las autoridades. Al parecer, la empleada desconocía que a esa hora Gutiérrez Arango se dirigía hacia el establo de la finca y no imaginó que se tratara de la persona que vio cuando fue interceptada en el momento de cruzar la carretera que comunica varias fincas del sector con la vía central Pereira – Cerritos.

Las autoridades del Batallón San Mateo del ejército, la policía y el Das, iniciaron un vasto operativo con cierre de vías y minuciosa revisión de vehículos, a la vez que establecieron un cerco por toda el área, con la esperanza de encontrar pistas de los secuestradores y su paradero. El operativo especial se extendió a los departamentos de Valle, Caldas y Quindío.

En ese momento se presumía que en el secuestro habrían participado por lo menos tres carros, entre ellos dos jeeps, y una camioneta de color amarillo, los cuales fueron identificados en el retén de la vereda El Tigre.

La policía seccional Quindío se unió a la búsqueda por intermedio del F-2, y contemplaban la hipótesis de que Ernesto Gutiérrez Arango podría estar en manos de una banda de secuestradores que opera en el norte del Valle, específicamente en Cartago, y que había secuestrado a varios cafeteros del Quindío en los últimos dos años, por lo que el comando de la Octava Brigada del ejército coordinó retenes especiales en límites de los departamentos Risaralda, Quindío y Norte del Valle en espera de hallar sano y salvo al médico caldense.

La familia del ganadero tenía la sospecha de que tras la desaparición del ganadero hubiera participado una banda que tenía en su poder a Arturo Palacios, de 26 años, hijo de Hernán Palacio y Mercedes Botero, hermana de la esposa de Gutiérrez Arango, quien estaba secuestrado desde el 29 de marzo de ese año.

Y recordaron que, seis meses antes, Ernesto Gutiérrez Arango recibió una misteriosa visita en su hacienda, a eso de las dos de la madrugada, y que podría estar relacionada con su desaparición.

Varios hombres que se hacían pasar por autoridades pidieron que los acompañara para hablar sobre unas armas que él tenía en su finca y que al parecer no estaban amparadas. Gutiérrez Arango se negó a atenderlos y, más aún, a acompañarlos a esa hora de la madrugada, expresándoles que no era hora adecuada para una requisa, y que en las horas del día podrían regresar. Posteriormente se comprobó que las placas que portaba el vehículo eran robadas, al igual que otras con las que se identificaron como detectives.

Ernesto Gutiérrez Arango había nacido el 8 de julio de 1918 en Manizales, médico de profesión, ganadero de reses de lidia y hombre muy culto, era padre de seis hijos, María Mercedes, María Isabel, Aura, Julián, Miguel y José, tenía 66 años de edad al momento de su secuestro y ocupaba la rectoría de la Universidad Autónoma de Manizales. En dos ocasiones había sido alcalde de Manizales y rector de la Universidad de Caldas. Hace poco se había vinculado al movimiento Nuevo Liberalismo, de Luis Carlos Galán, y era considerado un importante hombre de la región.

Cuando Ernesto Gutiérrez Arango completaba sus primeras horas sin libertad, su médico particular informó en la radio que el ganadero sufría de hipertensión arterial y por ello solicitó a los secuestradores le suministren tabletas de Capoten y Diaside, así como comprimidos de Urocuad para control de ácido úrico, de acuerdo a las instrucciones que el mismo paciente conocía.

 

Repudio

El secuestro del hacendado y médico fue repudiado por la sociedad caldense y causó gran conmoción entre las gentes de la región, ya que era conocido como un hombre de bien y sumamente culto. La expectativa por la suerte del conocido hombre público en manos de los secuestradores crecía en Caldas.

El Nuevo Liberalismo, del cual Gutiérrez Arango era uno de sus más caracterizados y visibles voceros, condenó en un comunicado público el hecho y pidió a sus captores que “lo devuelvan sano y salvo”. El tribunal de garantías del movimiento lamentó profundamente el insuceso y condenó ante la opinión pública “la errónea actitud de quienes con sus irracionales actos ponen en peligro la paz nacional y la estabilidad de nuestras instituciones democráticas (….). Clamamos a sus captores porque sea respetada su integridad”, expresaron los miembros de este organismo Germán Botero Álvarez y Estela Naranjo Castaño.

La noticia sobre la desaparición del ganadero Ernesto Gutiérrez Arango también fue comentada con preocupación en Armenia, donde el profesional era ampliamente conocido.

Voceros de la empresa taurina Camará pidieron a quienes tengan en su poder a Gutiérrez Arango atender el llamado de su familia para que se suministren los cuidados que su estado de salud requiere, a tiempo que exigieron su inmediata liberación. Ernesto Gutiérrez Arango tenía una decidida participación en las temporadas taurinas que se realizaban cada año en el mes de enero en Armenia, y su aparente secuestro ha sido repudiado por vastos sectores de la sociedad quindiana.

Una cadena, un candado y un inodoro

“De allí me llevaron a un monte o un bosque situado -porque eso lo identifiqué muy bien- al frente del aeropuerto Matecaña y cerca del polígono de tiro del batallón -porque yo alcanzaba a oír los ejercicios de tiro de los soldados-. Ahí me tuvieron vendado y cambiándome de sitio, tratando de confundirme porque el lugar debía ser pequeño ya que se oían voces de los vecinos. Allí me tuvieron hasta las horas de la noche, bajamos y me metieron en una caneca de ACPM que identifiqué por el olor, la cual cubrieron con trapos y cartones hasta simular una nevera”, dijo Ernesto Gutiérrez Arango al describir las primeras horas de su cautiverio.

“Afortunadamente el trayecto hasta la casa donde me tenían encerrado fue muy corto ya que la incomodidad en ese recipiente fue muy grande”, manifestó el ganadero al relatar el momento en que lo cambiaron de escondite.

“Yo me encomendé al Señor y me tranquilicé al máximo para aprovechar el poco aire disponible, ellos me advirtieron que no me moviera, que pronto me sacarían. La caneca cuidadosamente la transportaban entre cuatro o más, ante la curiosidad de algunos vecinos, no obstante la total oscuridad en el barrio”.

“Ya dentro de la habitación me sentí mejor pero me causó una profunda impresión el lugar, especialmente el momento en que me colocaron una gruesa cadena anudada con un candado al pie derecho y la otra punta a un extremo de la cama”.

“Tan pronto me encadenaron a la pata de la cama -un catre plegable- observé la habitación. Me llamó la atención el sanitario instalado allí mismo al lado de la cama y la puerta metálica recién instalada. Hasta en eso tuve suerte porque fue a mí a quien me tocó estrenarla”, dijo el ganadero caldense con su característico buen humor.

“Por momentos me sentí perdido y me preocupó el desenlace, ya que ellos dijeron que si los atacaban el primero en morir sería yo. Me encomendé a Dios y hasta tuve tiempo de hacerles bromas. Gracias a mis conocimientos como médico, fingí estar muy grave y creo que hasta creyeron que me había desmayado porque se pusieron muy nerviosos”, dijo Gutiérrez Arango al referirse a sus captores.  Ellos me obligaron a escribir una nota y recuerdo que la dirigí a mi familia en la cual les decía que no eran guerrilleros”.

El conocido ganadero reveló que si bien alguno de los secuestradores le dijo en algún momento que todo se arregla con plata, no llegaron a fijar precio por su libertad.

“Yo escribí una carta a mi esposa contándole cómo estaba y de alguna manera le hacía saber que había sido secuestrado por delincuentes comunes, sin ninguna instrucción, con ideas y aspiraciones libertarias muy enredadas y confusas”.

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El cerco

El miércoles 18 de abril de 1984, veinticuatro horas después del rapto del ex alcalde Ernesto Gutiérrez Arango, el comandante de la policía en Risaralda, coronel Carlos Julio Plata Becerra, dijo que la investigación sobre el secuestro del ganadero “marcha por muy buenos rumbos”.

El alto oficial confirmó a El Tiempo que los secuestradores, cuatro en total, se movilizaron con el rector de la Universidad Autónoma de Caldas “en un campero Suzuki SJ410, cabinado, color amarillo, identificado con placas MD 5254”, el cual salió de la hacienda San Felipe con rumbo a la ciudad de Pereira, según versión suministrada por el celador de la entrada a la vereda El Tigre, a cinco kilómetros de la capital risaraldense.

Las pesquisas permitieron establecer que las placas del campero eran robadas y pertenecen a un Volkswagen del departamento del Valle, a la vez que la policía trabajaba con dos retratos hablados sobre dos de los presuntos  secuestradores.

“Trabajamos con optimismo sobre muy buenos rumbos, ya que poseemos valiosas informaciones que en asocio del ejército y el Das, nos permitirán, de un momento a otro, alcanzar resultados favorables”, expresó el comandante de la policía de Risaralda.

Aunque las autoridades habían descartado que el secuestro hubiera sido realizado por algún grupo subversivo, una llamada anónima hecha a la gerencia de la emisora Radio Ciudad de Pereira del Grupo Radial Colombiano, pretendía atribuirse el hecho, al mencionar el nombre del comandante del M-19 desparecido en 1983.

“Le hablamos del comando occidental Jaime Bateman Cayón, estamos en Pereira y somos los autores del secuestro del ganadero”-.

Acto seguido colgó sin más explicaciones, según reveló el periodista Marco Tulio Franco López. La llamada fue recibida hacia las 12 del día del miércoles Santo por la secretaria de gerencia, Luz Mery Castaño.

El comandante Plata Becerra, sin embargo, aseguró que todo indicaba que los secuestradores eran “inexpertos y carentes de una buena organización”, pero que “bien pueden comunicarse con otros antisociales que les ayuden a eludir las autoridades y eso es lo que pretendemos evitar”.

Una de las pistas sobre la cual trabajaban durante las primeras 24 horas del secuestro estaba relacionada con un mayordomo que meses atrás había sido despedido de la hacienda San Felipe y quien fue visto por el sector horas antes del secuestro que se produjo el martes 17 de abril de 1984.

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Una casa deshabitada

Entre los vecinos de La Habana, una urbanización de gentes humildes que había sido financiada por el Banco Central Hipotecario, y localizada en el sector Alameda del populoso barrio Cuba, en Pereira, la casa número seis de la manzana F-4 despertaba mucha inquietud. Nadie conocía a su dueño, aunque se decía que vivía en Cali, y a pesar de que había sido terminada hace un año, nadie ocupaba la vivienda. “Hasta el pasado sábado (14 de abril) que llegaron con colchones, catres y un sanitario azul”.

El sanitario fue trasladado a la pieza del interior, le colocaron puerta metálica con chapa igual que el portón de la calle y nunca corrieron las cortinas de las ventanas. Y en la noche del martes santo, a pesar de la oscuridad, los vecinos vieron un jeep Willys del que bajaron una caneca y cuidadosamente la metieron al interior de la casa.

La información motivó a las autoridades a diseñar en tiempo récord un operativo en esa vivienda, diseñado cuidadosamente teniendo en cuenta las afecciones cardíacas del rector de la Universidad Autónoma de Caldas, por lo que cualquier imprecisión podría costarle la vida.

En las primeras horas del Jueves Santo, un equipo del Grupo de Operaciones Especiales -GOES- de la Policía fue enviado desde Bogotá para adelantar el operativo, apoyados por personal de la policía de Risaralda, al mando del teniente coronel Carlos Julio Plata Becerra.

A las 10 y 15 de la mañana, “decenas de sabuesos” allanaron, con cronométrica exactitud, la casa número 6 de la manzana F-4 de la urbanización La Habana del barrio Cuba, donde en su interior había sospechas de que se encontraba el ganadero Ernesto Gutiérrez Arango.

Un vidrio quebrado

“Uno no sabe qué le va a suceder en caso de enfrentamiento con la autoridad, el estado anímico es impresionante, por eso me torturaba el desenlace. “Mi mayor temor y el momento que más cerca sentí la muerte fue precisamente cuando quebraron el vidrio de la ventana, vi que era la autoridad y lo único que se me ocurrió fue cerrar rápidamente la puerta para aislar al vigilante y me tiré al suelo”, relató Ernesto Gutiérrez el momento en que sintió la presencia de la policía en la casa donde llevaba secuestrado desde el martes Santo.

“Cuando llegamos hasta el portón -señaló un oficial que participó en el operativo- salió un hombre de unos 22 años de edad, con revólver en mano y nos respondió al fuego. Allí se inició una corta balacera y luego de eliminar al individuo penetramos al interior de la casucha en donde capturamos a una mujer que con un niño vigilaba de cerca al conocido hacendado quien se encontraba encadenado, mientras él era protegido por un uniformado que había entrado por una ventana del interior a la vez que sus compañeros flanqueaban el portón de la calle. Todo ocurrió en el menor tiempo posible”.

Como Gildardo Antonio Ramírez, según recibo de su cédula, de aproximadamente 22 años, fue identificado el secuestrador que a esa hora de la mañana del Jueves Santo vigilaba al médico caldense.

Simultáneamente fue capturada la mujer Leonilde Moreno Ramírez, de 50 años de edad, casada, natural de Vianí, Cundinamarca, y sus dos hijos Antonio José Marroquín Moreno, de once años, y María Azucena de 5, nacidos en Santuario, Risaralda, y quienes estaban en la cocina de la casa.

En el sitio del rescate fueron halladas dos pistolas de marca Browning y Walter de 9 milímetros y dos revólveres Smith y Wesson 38 largo.

Entre los documentos encontrados en la casa del barrio La Habana, había cartas cruzadas entre esta región, el Magdalena Medio y el Norte del Tolima, así como algunos carnés utilizados por las redes urbanas de apoyo a las Farc, según explicó la policía.

Media hora antes del operativo habían salido de la casa cuatro  hombres a bordo de un jeep Willys carpado, color zapote, el mismo que según los vecinos utilizaron la noche del martes 17 de abril para entrar la caneca con el médico Gutiérrez Arango en su interior.

Ese mismo jueves Santo, horas después del rescate de Gutiérrez Arango, fue localizado el Susuki amarillo cabinado, de placas MD 5254, utilizado para sacar al ganadero de su finca, fue localizado en un parqueadero del centro de Pereira con una granada MK de fragmentación en su interior, balas para revólver, chuspas plásticas y manchas de sangre proveniente de la herida que recibió en la cabeza el médico Gutiérrez Arango al forcejear con sus captores y a quienes definió como “delincuentes comunes”.

Los investigadores no descartaron la vinculación a este secuestro de un ex mayordomo de la hacienda San Felipe, identificado como Rodrigo, de unos 37 años de edad, quien desde los 14 años trabajó con la familia Gutiérrez y fue despedido año y medio antes del plagio. Las autoridades confirmaron que sobre esta persona existía orden de captura por graves problemas en negocios de ganado en el sector de La Dorada y Manizales.

“Todo fue tan rápido que no me di cuenta de más detalles hasta que me trasladaron aquí”, dijo el ganadero Gutiérrez Arango,  refiriéndose a su presencia en el despacho del comandante de Policía de Risaralda en la ciudad de Pereira.

 

La segueta

Una vez rescatado, Gutiérrez Arango fue trasladado al cuartel de la Policía de Pereira y allí fue recibido por el coronel Plata Becerra, el médico César Patiño.

Vestido con una camisa a rayas, sucia y con algunas manchas de sangre, un bluejean sucio y botas, el ex alcalde se mostraba sereno por unos momentos en que sonreía, para luego tornarse intranquilo.

Faltaban 20 minutos para las 11 de la mañana del Jueves Santo y todas las cadenas radiales estaban pendientes de sus primeras declaraciones.

Media hora después llegó su esposa Bertha Botero de Gutiérrez y su hijo Julián, con quienes se confundió en un estrecho y prolongado abrazo que llenó de profunda emoción a los presentes.

-Gracias a Dios estás con vida-, dijo doña Bertha.

-Sí, aquí estoy encadenado pero libre-, respondió entre sollozos el ganadero.

Hacia las once de la mañana, una enfermera, un agente de Policía, su hijo Julián iniciaron el delicado y lento proceso de cortar con una segueta los gruesos eslabones de la cadena unidos por un pesado candado que aún rodeaban su pie derecho.

“Nunca pensé en esta extraña coincidencia, que un Jueves Santo, mientras Jesucristo iniciaba su pasión es vendido, encadenado y muere en la cruz, yo regreso a la vida y un grupo de amigos  me libera y me corta esta pesada cadena”, dijo el doctor Ernesto.

Cuando el doctor Gutiérrez Arango quedó libre, con paso firme, caminó hasta una oficina siguiente y allí habló a los periodistas que lo asediaban.

A su lado, doña Bertha, quien había permanecido todos estos días en la hacienda San Felipe, atenta a lo que pudiera acontecer. La dama sollozaba confundida por la emoción y el susto, pero muy animada por el gran momento de volver a reencontrarse con su esposo sano y salvo.

“De principio a fin todo fue inesperado y vertiginoso. Cuando salí hacia el establo iba desprevenido, vi un carro y nada pude hacer; cuando estaba encadenado y amenazado de muerte me rescataron sin saber cómo”, concluyó el ganadero Ernesto Gutiérrez Arango mientras su esposa, sentada a su lado, le tomaba de la mano y le sonreía cariñosamente.

Aquel jueves Santo 20 de abril de 1984, Ernesto Gutiérrez volvió a la libertad de su hacienda San Felipe, tras las 52 horas más angustiosas que él y su familia vivieron, las de su secuestro y su exitoso rescate.

 

El presidente

A las doce del mediodía, dos horas después de haber sido rescatado Ernesto Gutiérrez Arango, el presidente de la República, Belisario Betancur, llamó directamente desde las Islas del Rosario, donde se encontraba, al gobernador de Risaralda, Ricardo Ilian Botero, y tras felicitar a las autoridades que realizaron la operación y a la ciudadanía por su valiosa colaboración, le solicitó ser el portador de un mensaje de  cordial amistad y alegría al “amigo, ciudadano y colombiano ejemplar, extensivo a su esposa doña Bertha Botero de Gutiérrez y toda su familia”.

“Fue una feliz coincidencia el encontrarnos reunidos a esa hora en el Palacio Episcopal atendiendo una invitación que desde la semana anterior nos hizo el obispo Darío Castrillón Hoyos a un almuerzo fraternal, estar comentando la noticia del rescate del doctor Ernesto Gutiérrez Arango y recibir la llamada del Presidente de la República”, expresó el gobernador Ilian Botero.

“El presidente se mostró muy complacido por el desenlace del hecho, así me lo comentó y después de recibir el parte del comandante de la Policía coronel Carlos Julio Plata Becerra y del comandante del Batallón San Mateo Alirio Panesso Chica a quienes felicitó muy especialmente, me solicitó ser el portador de un mensaje especial de amistad y alegría al doctor Ernesto Gutiérrez y su familia, el cual transmití de inmediato en su hacienda San Felipe donde se encontraba rodeado de su familia”.

El presidente, que también dialogó desde las Islas del Rosario con el obispo de Pereira y actual secretario del Celam, Darío Castrillón Hoyos, exaltó las virtudes del médico y dirigente político Ernesto Gutiérrez Arango a quien calificó como un “servidor de la comunidad, de una personalidad admirable por muchos títulos e infatigable creador de riqueza en la región”.

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