Roca, Rey de Pamplona
El diestro peruano Andrés Roca Rey volvió a repetir hoy un sonado éxito en Pamplona al cortar un total de tres orejas y salir a hombros como premio a la solidez de su valor y a su decidida actitud, en el séptimo festejo de abono de los Sanfermines.
Aun a falta de un segundo paseíllo, el suramericano ya ha hecho méritos sobrados para, como en la pasada edición, convertise en uno de los grandes triunfadores del ciclo navarro, donde, como aquella vez, y ahora sin percances que lamentar, ha vuelto a centrar la atención y las ovaciones del festivo público pamplonés.
La actuación de Roca Rey estuvo marcada, por encima de cualquier otro matiz, por la firmeza de su planteamiento, asentado férreamente sobre la arena para, sin rectificar ni dudar, hacer pasar una y otra vez a su manejable lote de toros de Núñez del Cuvillo.
El primer toque serio de atención sobre sus intenciones llegó ya en la réplica por apretadas saltilleras capote a la espalda a un quite por chicuelinas de Ginés Marín al primer toro del lote del peruano, que provocó una de las ovaciones más fuertes de lo que llevamos de feria.
Tan fuerte fue como la que le tributaron después en el espectacular inicio de la faena de muleta con las dos rodillas en tierra, pasándose un par de veces los pitones por la espalda en unos arriesgados pases cambiados cerca de las tablas.
De esa impresión inicial de su puesta en escena se alimentó el resto de la faena a ese segundo de la tarde, toro noble y manejable pero que no terminó de romper tras una muleta que le exigió más de lo que podía dar, manejada desde esa misma solidez pero con cierta rigidez formal y estratégica de Roca.
La primera oreja que le concedieron, con petición de una segunda, llegó tras una excelente estocada, ejecutada en corto y por derecho, que resultó tan contundente como la que el peruano cobró también en el quinto, del que, ahora sí, le otorgaron el doble trofeo.
En este otro caso, con la gente ya entregada a su causa, Roca recibió al cornalón ejemplar de Cuvillo con el capote a la espalda, por donde se lo pasó luego en dos nuevos pases cambiados en los medios de la plaza para abrir el tercio de muerte.
La férrea firmeza en los cites fue la misma, la habitual en este torero, pero a los muletazos les faltó una mayor ductilidad en el trazo para ayudar a embestir a un animal noble pero medido de raza, en un trasteo poco expresivo que Roca tuvo que cerrar de nuevo con las dos rodillas en tierra para buscar amarrar el triunfo.
En ese sentido, en el de la ductilidad y la sutileza para no castigar demasiado y aprovechar mejor a los toros, fue ejemplar el trasteo de Antonio Ferrera al primero de la tarde, feo de hechuras y playero de pitones, y al que el extremeño puso todo muy fácil para que colaborara y compensara con recorrido su falta de clase.
Con ese temple, y ante un manejo perfecto de alturas y distancias en los embroques, no tuvo el de Cuvillo más remedio que prestarse a unas cuantas docenas de muletazos envueltos de buen gusto y ritmo por parte de su matador, que falló única y precisamente en eso: a la hora de matar.
El cuarto, en cambio, hondo y muy seriamente armado, no necesitó de tanta ayuda para embestir con mucho más recorrido y entrega que todos sus hermanos. Solo que ahora Ferrera se aplicó con esa misma facilidad formal y con un escaso ajuste, cuando el animal merecía un mayor compromiso para ver apurada su buena condición.
El joven Ginés Marín fue también uno de los triunfadores de los pasados Sanfermines, solo que, también a falta de otro compromiso más, aún no ha llegado a refrendarlo un año después. Ligero, despegado, con una muleta de escasa fibra y con poco gobierno sobre las embestidas, el extremeño pasó de puntillas ante un lote desrazado aunque sin grandes complicaciones.
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FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Núñez del Cuvillo, de buena presentación y finos de hechuras, todos seria y abundantemente armados. En general, manejables dentro de su medida raza y justo celo, con dos toros de mayor entrega y duración, que fueron cuarto y quinto.
Antonio Ferrera, de azul turquesa y oro: dos pinchazos y bajonazo (ovación tras aviso); estocada delantera y descabello (ovación tras aviso).
Roca Rey, de blanco y plata: estocada (oreja con petición de la segunda); estocada (dos orejas). Salió a hombros por la puerta del encierro.
Ginés Marín, de grana y oro: estocada trasera tendida y descabello (silencio); cuatro pinchazos y estocada trasera (silencio).
Séptimo festejo de abono de la feria de San Fermín, con lleno en los tendidos (unos 20.000 espectadores), en tarde agradable.
Con información de EFE, tomada de internet