1890 – 1939
De los mártires a San Diego, el camino a la Santamaría
Como si fuera una trágica jugada del destino, Colombia comenzó el siglo XX tal como luego lo terminaría, en guerra. Fue a finales del XIX y comienzos del XX cuando liberales y conservadores libraron la más violenta confrontación desde la lucha por la independencia, sin imaginar que esa, la que se llamaría Guerra de los Mil Días, se convertiría en una de las más cruentas y, paradójicamente, una de las más cortas.
Cuando Colombia perdió a Panamá, una vez unos y otros fumaron la pipa de la paz, se necesitaba mínimo un mes para recorrer la distancia entre Barranquilla, la ‘Puerta de Oro’ de entrada de la modernidad, y Bogotá, la capital, que estaba habitada apenas por un poco más de 90.000 personas. Eran años en los que las calles perdieron su nombre para ser rebautizadas con números seriales.Por ellas empezó a correr el agua del primer acueducto con tuberías de hierro, construido a cielo abierto, lo que condenó a los libros de historia a quienes se ganaban la vida como aguadores. En cambio, para nuevo oficio el de los maquinistas que en 1899 inauguraron la primera línea del Ferrocarril de la Sabana, esa que atravesó la ciudad de oriente a occidente desde San Victorino hasta llegar a Facatativá. Mientras en los mismos tiempos de guerra, el alemán Leo Koop libraba otra lucha muy particular para que su cervecería Bavaria pusiera en jaque a la bebida más tradicional de la ciudad, la chicha, acusada por respetables señores de los barrios más encopetados de “embrutecer al pueblo”, en una campaña que, a la larga, logró su cometido…
1940 – 1949
La joya bogotana
En los años 40, cuando Bogotá llegó al medio millón de habitantes, la Plaza de Toros de Santamaría se convirtió en la cara de mostrar de la ciudad, hasta entonces dominada por las numerosas iglesias levantadas, casi de manzana en manzana. El cielo cárdeno se convirtió en el rasgo más característico de la capital, y en sus calles se hicieron célebres personajes como la ‘loca Margarita’, a quien se le ‘corrió la montera’ tras perder a su hijo en la violencia bipartidista, tal cual contaban los viejos; el ‘bobo del Tranvía’, del que decían que empezó a morir cuando lo atropelló un bus; y ‘Pomponio’, siempre vestido con elegancia para llevar cartas a la gente “divinamente”, como se decía en la ciudad.
Aunque Bogotá giraba alrededor de la plaza de Bolívar, flanqueada por el palacio de Liévano -sede de la Alcaldía- y el capitolio, las pasiones de sus habitantes estaban lejos del mármol del Senado y se concentraban en la arena de su plaza de toros. Allí, Jorge Eliécer Gaitán, en septiembre de 1945, lideró la convención popular con la que presentó su candidatura a la Presidencia; y tres años después, el 7 de febrero, fue el punto de partida de la inolvidable Marcha del Silencio con la que movilizó a cerca de 100.000 personas hasta la plaza de Bolívar para exigir al gobierno del conservador Mariano Ospina Pérez el respeto a la vida y denunciar la creciente violencia contra liberales. La Santamaría se mantuvo incólume después del asesinato de Gaitán, el 9 de abril de 1948, luego del estallido popular que terminó con un enorme saldo de víctimas y la destrucción del centro de la ciudad. Fue así como la plaza, que en esa década estrenó su rostro neomudéjar, logró conservar los recuerdos de una de las décadas más apoteósicas del toreo en la ciudad…
1950 – 1959
Oles en años de la violencia
Bogotá se levantaba de sus propios escombros. El ‘Bogotazo’, tras el magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948, dejó la capital semidestruida. Fueron tres días de asedio, violentas protestas, desórdenes y represión. Mientras un levantamiento popular en armas marchó al Capitolio para exigir la renuncia del entonces presidente de la República, el conservador Mariano Ospina Pérez, parte de la muchedumbre aprovechó para descargar su rabia contra los locales comerciales del centro de la ciudad y saquearlos. Los tranvías fueron incendiados. Iglesias y edificios importantes destruidos. Un número indeterminado de personas (alrededor de 2.500, según algunas fuentes) murieron y 142 edificaciones resultaron
consumidas por las llamas. La plaza de toros de Santamaría vio pasar esa revolución fallida y luego sería protagonista y testigo de la década convulsa que se extendió por todo el país y que se conoció como el período de La Violencia, origen del conflicto interno más extenso del hemisferio occidental.
Fueron años en que los más de 715.000 habitantes de la capital de la república empezaron a dar fe del verdadero nacimiento de la metrópoli: un nuevo concepto de ciudad que salió de la imaginación y del lápiz de los arquitectos. Su plaza de toros fungió de escribano para atestiguar el desarrollo urbano que empezó a crecer a su alrededor, sin que alguna edificación le hiciera sombra.
Así, mientras se cruzaban las balas entre liberales y conservadores por buena parte del país, los gritos de ¡Ole! no dejaron de salir de las gargantas de los taurinos en la plaza de toros de Santamaría cuyo ruedo tomó nota de una legión de toreros avezados que se alejaron de la larga sombra que dejó la muerte de Manuel Rodríguez ‘Manolete’, en agosto de 1947, para cimentar su propia historia. Diestros aquellos que buscaron alcanzar un punto alto en el escalafón de la mitad del siglo XX, con la aprobación del coso capitalino, que por entonces ya llevaba el apellido de su creador y que en esta década contó con cinco empresarios que buscaron darle categoría a sus temporadas…
1960 – 1969
Tiempos de revolución
Los años 1960 quedaron marcados en la historia de la humanidad como los que precipitaron las grandes transformaciones. Años de lucha por las libertades, movimientos estudiantiles, nueva música y moda de mil colores. En Bogotá, que a lo largo de la década alcanzó el millón y medio de habitantes, se empezaron a ver pantalones bota campana. Los hombres se habían dejado crecer el pelo y las crecidas barbas eran cada vez más comunes. Cada vez más se leían libros con carácter revolucionario y en los acetatos sonaba música en inglés, gracias a la irrupción mundial de los Beatles y, luego, los Rolling Stones, que, igual, no pudieron destronar del todo otros ritmos como la cumbia, el vallenato y la naciente salsa. Un paisa que quiso ser torero, de nombre Fernando Botero, empezaba a presentar credenciales para comerse al mundo con sus figuras regordetas. Y un periodista caribeño muy aficionado a los toros, Gabriel García Márquez, estaba a punto de salir en hombros y rendir el mundo a sus pies con Cien años de soledad, ‘faena’ con la que años después (en 1982) se llevaría el Nobel de Literatura. Como todo el planeta, Bogotá también se paralizó el 20 de julio de 1969 cuando Neil Amstrong, comandante de la Apolo 11, se convirtió en el primer hombre en poner un pie en la Luna. Las voces de los hermanos Leopoldo y Carlos Pinzón, este último promotor a la larga del museo taurino de la plaza de Santamaría, le narraron al país la hazaña, retransmitida por la programadora RTI. Y así como Bogotá fue visitada por John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos, y por el papa Paulo VI, quienes se pasearon en olor de multitudes, a la primera plaza del país llegó Manuel Benítez el ‘Cordobés’, el torero que encarna perfectamente esa década de cambios. Después de él, el toreo nunca volvería a ser como antes…
1970 – 1979
Los años maravillosos del toreo colombiano
La década de 1970 comenzó con el ascenso al poder del conservador Misael Pastrana Borrero en unas elecciones presidenciales que estuvieron rodeadas por las denuncias de fraude que desencadenaron en la conformación del movimiento guerrillero 19 de abril (M-19), fecha de aquellas justas electorales, que en esa década protagonizaron sus primeros golpes mediáticos como fue el robo de más de 5.000 armas de una guarnición militar, el Cantón Norte, y luego la toma de la embajada de República Dominicana…
Esa década, luego de la construcción de la Torres del Parque del arquitecto Rogelio Salmona, la Plaza de Toros de Santamaría, único edificio de estilo mudéjar de la ciudad, se convirtió en el principal ícono de la ciudad, cuya fotografía desde el aire se convirtió en una las postales más compradas por habitantes y turistas para enviar, al respaldo, noticias y besos a sus familiares y amigos. La arena del coso capitalino se convirtió en el escenario de los años maravillosos de la tauromaquia colombiana, pues en esa década surgió la más completa generación de toreros nacionales que hasta entonces había emergido en el país…
1980 – 1989
Bodas de oro, década de oro
Y llegaron los años 1980, los más agitados de la vida política nacional. Emergió la mafia con sus dineros calientes y Pablo Emilio Escobar Gaviria puso en jaque a la Nación desde el mismo momento en que, siendo representante a la Cámara, fue denunciado por el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, de haber amasado una fortuna producto del tráfico de cocaína. Como consecuencia, fue el primer ministro asesinado, en un magnicidio que estremeció al país. Fueron años de noticias trágicas como el desplome de la plaza de madera de Sincelejo en plenas corralejas del año 1980. El mundo se conmocionó con el asesinato de Jhon Lenon, y siguió por televisión una de las bodas más esperadas, la del príncipe Carlos con Diana de Gales. Colombia llegó a la cima mundial en 1982 cuando Gabriel García Márquez conquistó el Nobel de Literatura…
Como en todas las décadas, una nueva generación de aficionados llegó en busca de un lugar en los tendidos de la Santamaría. Muchos lo hicieron de la mano de la afición de sus padres y después de comprobar que en sus casas…
1990 – 1999
El reinado de César Rincón
A comienzos de los 90, la palabra “cartel” dejó el cariz taurino que
la había caracterizado en toda la historia y adquirió un significado
plagado de terror. Los carteles de la droga de Medellín y Cali desafiaron
a la sociedad colombiana y pusieron en aprietos a la democracia con carros bomba que estallaron en las principales ciudades del país. Los oscuros años del ‘narcoterrorismo’ hicieron que Colombia fuera primera plana en la prensa internacional.
Pero llegó 1991 y un torero que la Santamaría vio nacer hizo historia
en España. Un año determinante para la historia del país. Nueva
Constitución, la entrega de Pablo Escobar fueron hechos que provocaron
euforia, pero que sucedieron después de que César Rincón, con dos salidas a hombros en la feria de San Isidro y una más en la corrida de Beneficencia, se encaramó a lo más alto de la cima del toreo. El niño del barrio Fátima, hijo del fotógrafo Gonzalo Rincón, se codeó con el Rey de España, luego de consagrarse como nuevo monarca del toreo…
2000 – 2009
El Juli hereda el trono de César Rincón
Una vez más, Colombia comenzó el siglo en guerra. Tras el frustrado proceso de paz del gobierno de Andrés Pastrana en el Caguán, el país volvió a vivir los hechos cotidianos de violencia en la que la peor parte la llevó la población civil. La guerrilla de las Farc se fortaleció, al mismo tiempo que el paramilitarismo se hizo amo y señor en vastas regiones del país…
Al mismo tiempo, en ese año 2000, ganaderos y matadores de toros, liderados por Antonio García y César Rincón, buscaron fórmulas para que la Santamaría no se quedara sin toros a las puertas del nuevo milenio, y exploraron la posibilidad de constituir una empresa que asumiera la administración del coso capitalino.
Simultáneamente, otro grupo de personas conformaron una sociedad sin ánimo de lucro para hacerse cargo de la Santamaría. Registrada en la Cámara de Comercio bajo el nombre de Corporación Taurina de Bogotá…
2010 – 2021
Política y resistencia
Apenas comenzaba la segunda década del siglo XXI y la mala interpretación de una milenaria predicción puso al planeta a pensar en el fin del mundo. El 21 de diciembre de 2012, día del solsticio, empezó a ser la fecha señalada. La civilización maya la había referenciado como el final del ciclo del calendario de Cuenta Larga. Y aunque para los indígenas que se asentaron en el suroccidente de México y el norte de Guatemala sólo se trataba del final de una era y el comienzo de otra, la creencia sobre el fin de la humanidad se esparció por todo el planeta…
Pocos imaginaban que una plaza tan histórica como la Santamaría de Bogotá fuera a quedar atrapada en las garras arbitrarias de un alcalde. Menos aún cuando, en el 2010, la Corte Constitucional profirió un fallo histórico que respetó la tradición artística y cultural de las corridas de toros frente a las nuevas normativas que empezaban a penalizar el maltrato animal. La sentencia C-666 de 2010, que se convirtió en el escudo protector de la fiesta, paradójicamente, también empezó a minarla…
LIBRO: La Santamaría, 90 años de primera
AUTORES: Víctor Diusabá R.
Diego Caballero D.
Rodrigo Urrego B.
PÁGINAS: 360
IMÁGENES: 297
VENTA: Wasap 3122878418