Se marchó Aldo Buenaventura, el presidente de La Santamaría
Si había alguien que tuviera un puesto asegurado en las grandes tardes de toros en La Santamaría, ese era Aldo Buenaventura. Sucede que aquel hombre, de formas pausadas y voz baja, era dueño del palco presidencial en la década de 1980, años gloriosos de la plaza bogotana, de pasión en sus tendidos; tiempos en que Palomo Linares era su ídolo, Vistahermosa su ganadería y Aldo Buenaventura su presidente.
Por Diego Caballero
Sin el torero español, sin los ganaderos (Francisco y Antonio), solo Aldo Buenaventura podía contar con especial devoción, y con aires de protagonista, lo que significaron esos gloriosos años. Desde aquel palco presidencial, que parecía tener escriturado, fue testigo de innumerables tardes en las que él, con un pañuelo en su mano, les dio tránsito a gloriosas.
Hay muchas tardes que lo comprueban, como aquella de los tres indultos a los toros de Vistahermosa que regresaron de nuevo a la finca de su amigo Antonio García, después de que El Viti, Palomo Linares y El Cali convencieran a los de los tendidos de pedir los indultos. También al presidente Buenaventura que parecía estar destinado a sacar el pañuelo del perdón, pues desde la temporada en la que subió por primera vez al palco de La Santamaría, en 1974, se vio obligado a perdonar la vida de un toro, la de Barba Azul, de Ernesto Gutiérrez al que Dámaso González toreó.
Hasta la mitad de la década de los años 1990 Aldo Buenaventura se ‘adueñó’ del palco capitalino. Su fama de buen aficionado, conocedor de la fiesta, de toreros y de encastes, lo atornillaron en ese privilegiado puesto. Pero esa labor como presidente en La Santamaría era su hobby dominical, porque otra era su labor de lunes a viernes y por más de 20 años: la de Notario, el número 23 de Bogotá. Y a su despacho que más parecía el de un club taurino, llegaba con frecuencia José Luis Lozano, el representante de la empresa de La Santamaría en aquellos años gloriosos, a discutir los entresijos de la temporada bogotana.

Y no fueron pocos los carteles que se armaron en ese despacho. De eso puede dar fe, casi notarial, otro Lozano, Manolo, quien como apoderado de Enrique Calvo El Cali, pero que más parecía cliente fijo de aquella notaría, buscaba en ella la complicidad de su gran amigo Aldo para que su torero, era de ambos, se colara en algún cartel a pesar de que el caleño no encontraba su gran tarde en la primera plaza del país. Al final, Manolo y Aldo llevaban razón: todo cambio para El Cali cuando el presidente de La Santamaría sacó su pañuelo verde para perdonar a Telestar, otro toro de Antonio García, y con el que se consagró el torero de Cali en Bogotá. Corría el año 1988.
Pero si algo le faltaba a ese despacho para parecer el de una empresa taurina, era alguna pintura de Canito o de Ruano, algún cartel. No los había. En ese primer piso del Centro Internacional, en sus paredes, lo que se observaba, era el testigo de que Aldo había sido juez de paz durante la presidencia de Alberto Lleras Camargo. Otro cuadro contaba que fue director del posgrado en Notariado de la Universidad del Rosario y que ejerció como profesor de Derecho Canónico. Y fotos, varias, una de ellas con su amigo confidencial Hernando Santos, otra con Gabriel García Márquez, su compañero de clases en el Liceo Nacional de Zipaquirá.
Lo que no faltará en la memoria de sus amigos, son las anécdotas compartidas en condumios, tertulias y almuerzos, siempre con la mesura y la delicadeza de sus palabras, más propias de la culta y fría Bogotá que lo rodeó, que, de la caliente y alegre Chaparral donde nació hace 91 años.
Ahora, sus amigos que ya se le habían adelantado en ese camino sin regreso: Manuel ‘Piquero’, Jorge Forero Vélez ‘Rozeta’, Eduardo de Vengoechea, Pacheco, Fermín Santamaría, Isabel Reyes, Antonio García, Hernando Santos… aquellos de la cita anual con La Santamaría, esa del próximo año y a la misma hora, ya tienen a ‘su’ presidente.
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Hoy, familiares y amigos, a las 12:30 p. m., se reunirán para despedirlo en la iglesia de la Inmaculada Concepción (Cra. 11A n.° 88-12), y darle ese último adiós al presidente de la Santamaría.