Sevilla: primera tarde en blanco de la feria

La terna que hizo hoy el paseíllo en la Maestranza -Urdiales, Cayetano y Ureña- se vio obligada por los mansos toros de García Jiménez a hacer un esfuerzo añadido que no acabó de encontrar eco ni premio entre unos tendidos con un ambiente muy distinto al de las triunfalistas tardes anteriores.

Como si se viviera la espesa resaca del dispendio orejero de la previa, como si la plaza se arrepintiera de tanto exceso, hoy se midieron mucho los olés y las ovaciones, y los pañuelos afloraron pero muy timidamente para pedir unas orejas que, después de airearlos ayer unas cuantas veces, no quiso conceder el de la presidencia.

Dos veces se generó esa petición, aunque sin demasiada fuerza, para intentar premiar, en primer lugar, la asentada, pausada y limpia faena de Cayetano al segundo de la tarde, un toro noble pero muy medido de fuerzas que nunca acabó de redondear sus sosas embestidas embestidas y al que mató de un contundente espadazo.

Y por segunda vez se la pidieron a Paco Ureña, en su caso del sexto de la tarde, el de mejores hechuras y menor alzada que, quizá por eso se movió más y de manera insulsa tras la muleta del murciano, que le exigió lo mínimo para que la faena tuviera cierta duración.

Pero ni para uno ni para otro hubo quorum suficiente a criterio de la presidencia, como tampoco el público había acabado antes de jalear los mejores momentos de sendos trasteos, tal vez receloso de excederse en el elogio a los toreros.

Antes Ureña se había dilatado en su tesón ante un segundo de la tarde que se dolió a los esfuerzos con aspereza y que acabó reservándose y buscando la huida hacia chiqueros, camino en el que, al final de su esfuerzo, se le interpuso el murciano para que el astado lo echara a los lomos, aunque sin mayores consecuencias.

Cayetano logró dos buenas tandas con la derecha al alto y cornalón que hizo quinto, que solo en esos momentos tomó con claridad la templada muleta del torero dinástico, para optar luego por frenarse, rajarse y buscar también el refugio de las tablas, donde terminó una faena voluntariosa y tampoco reconocida.

Diego Urdiales, por su parte, hizo todo un alarde de paciencia y de fe en su largo y buen oficio para intentar sacar algo en claro de un lote negado y sin raza.

Fue así como siempre se lo puso fácil al rajado primero, para que se le quedara en la muleta, y al insulso y reservado cuarto, que no se empleó lo más mínimo, para que la siguiera más tiempo y durante más espacio de lo que quería.

Entre tanto, el riojano salpicó varios muletazos y de saboreado temple, aunque sin posible ligazón, cuajó un soberbio y deletreado quite a la verónica a su segundo y recetó dos soberbios espadazos, no solo de perfecta ejecución sino en el mismo hoyo de las agujas que, sorprendentemente, solo merecieron unas tibias palmas de una, hoy, día laborable en Sevilla, nada festiva Maestranza.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Hermanos García Jiménez, aunque seriamente armados, de muy desigual presentación, conformando toda una escalera de volúmenes y tipos. En cuanto a juego, dominó la mansedumbre, la escasez de raza y la falta de fuerzas, con algún toro manejable y otros defendiéndose con genio y complicaciones.

Diego Urdiales, de verde esmeralda y oro: estocada algo trasera y descabellos (silecio); estocada (ovación).

Cayetano, de rosa y oro: estocada (ovación tras petición de oreja); bajonazo (silencio).

Paco Ureña, de pizarra y oro, que sustituía a Emilio de Justo: estocada despredida (ovación tras dos avisos); estocada desprendida (ovación tras aviso y petición de oreja).

Undécimo festejo de abono de la feria de Abril, con algo más de tres cuartos del afoto cubierto (unas 9.000 personas) en tarde calurosa.

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