Manuel Escribano desembarca en Cañaveralejo
Desembarca en
Cañaveralejo
El torero que siempre se va a recibir con un capote a sus toros en la misma puerta de los toriles, el de los pares de banderillas imposibles, el que torea a los temidos toros de Miura y Victorino Martín, el que se entrega al público sin importar cual sea, debutará en la próxima feria de Cali, en la plaza Cañaveralejo que parece estar hecha a la medida de su toreo.
Por: Diego Caballero D.
De rodillas y ante la puerta de chiqueros, una imagen habitual en las tardes de Escribano.
No es Escribano un torero que se haya encontrado los triunfos, que se los hayan puesto en la mano. No, los suyos se han cocido a fuego lento. Arriesgando tarde a tarde, desde el primer minuto, cuando se va a la puerta de toriles a esperar a sus toros, sin importarle si el toro que está por salir es un mismísimo Miura. Sin importar si es Sevilla, Madrid o cualquier plaza, Escribano cada tarde les da la bienvenida a sus toros con ese “saludo” que parece ya fijo en su repertorio.
Así lo han visto ya en cientos de tardes los públicos de España y Francia. Atravesando el ruedo de cualquier plaza en busca del túnel por donde salen los toros, “en un camino que se hace largo y en el que procuró no pensar en nada, solo concentrarme en dar el siguiente paso hacia la puerta”, cuenta Escribano. Como aquella tarde en Sevilla, ya hace 10 años, cuando el mundo taurino estaba pendiente de la Real Maestranza porque Julián López El Juli se iba a enfrentar a los toros de Miura, esa mítica ganadería que cuelga en su historia una larga y negra lista de toreros caídos en los pitones de su descendencia. Pero El Juli no llegó, no pudo. Dos tardes antes un toro de otra ganadería, de Victoriano del Río, más nobles – dicen – le tajó la femoral.
Escribano al natural en Las ventas de Madrid.
Y fue entonces cuando entró a escena Manuel Escribano al que pocos aficionados – si acaso los que recordaban sus triunfos de novillero en esta misma plaza- esperaban verlo esa tarde al lado de dos especialistas en las llamadas corridas duras: Rafaelillo y Javier Castaño. Una sustitución abismal, llegó a escribir un periodista que ingenuamente esperaba que otra figura del toreo se le midiera a los Miuras. La devolución de entradas será notoria, escribió. No lo fue, como tampoco fue notoria la nota donde se contó.
Manuel Escribano, que no toreaba en Sevilla desde el año 2007, llegó a la Maestranza, vestido de rosa palo y plata; con pedrería y corbatín azul, para reemplazar a una figura del toreo que había anunciado el gesto que de él esperaban: anunciarse con toros fieros y enrazados, se dijo.
Al acabar la tarde, Manuel Escribano, el torero del que poco se sabía, porque muy pocas tardes se había vestido de luces, a pesar de sus ya por entonces nueve años de alternativa, se fue feliz de La Maestranza con las dos orejas cortadas al toro de Miura que cerró la feria sevillana de aquel año 2013. Escribano había aprovechado la tarde con la que ni él contaba, y su realidad superó a sus sueños. ‘Datilero’, como se llamaba el toro de Miura, puso a Escribano, triunfador de esa feria, en órbita, aunque no siempre en equilibrio con los que mandan en el planeta de los toros.
Ante un toro de Adolfo Martín.
Por eso Manuel Escribano sabe que cada tarde es un reto: “Se necesitan curas de humildad para comprender que no te puedes dormir en ningún momento. Aceptar que hay empresarios que te dicen que no hay un hueco para ti. Superar todo aquello y convertirlo en un plus para salir a la plaza más motivado”, contó en su momento, a la revista 6 Toros 6, el torero nacido en Gerena, una población andaluza separada de Sevilla por menos de 30 kilómetros.
Solo así se puede entender la paciencia de Manuel Escribano al no ver su nombre en los carteles a los que debió tener derecho, por entonces, un triunfador en Sevilla. También es verdad que ese año un toro de la ganadería de Flor de Jara, en un pueblo, Sotillo de la Adrada, frenó su temporada, y a punto estuvo de quitarle la vida. Tres años después del toro de Miura, otro toro, de Victorino Martín – otra ganadería emblemática- cárdeno, de 562 kilos, y en la misma Maestranza, confirmó que lo de Escribano no era casualidad. ‘Cobradiezmos’, como pasó a la historia el toro, fue bravo, de embestidas caras, repetidoras y humilladas, de esas capaces de encumbrar a un torero, o de condenarlo al olvido. “Cuando sale un toro embistiendo también tienes un problema, muchas veces lo queremos, lo soñamos y cuando lo tienes delante dices: cuidado, que también puede ser un problema para tu carrera, y ‘Cobradiezmos’ era eso, un toro que tenía a todos enamorados, en el campo y en la plaza, pero con el que costaba estar a su altura, hacerle frente a ese derroche de bravura, a su temperamento, a esa casta, a su humillación…”, anotó años después el torero, en un entrevista concedida a la fundación Toro de Lidia, al referirse al toro de Victorino Martín al que, no solo, toreó de manera perfecta sino logró que se le perdonara la vida metiéndolo en los anales de la historia de la Maestranza.
Escribano y el toro ‘Cobradiezmos’ de Victorino Martín.
Aquella tarde abrileña del año 2016, fue de ‘Crobradiezmos’ y de Manuel Escribano. En eso se pusieron de acuerdo todos: en la plaza, donde la alegría hizo que muchos se abrazaran, mientras otros se llevaron las manos a sus cabezas como queriendo comprobar que estaban despiertos; y al otro día en las crónicas, donde toro y torero compartieron los titulares. “Tuvo suerte el toro con Escribano y Escribano con el toro”, se escuchó en Europa y a este lado del Atlántico, a través de las ondas de la televisión que testificó aquella gloria. Manuel Escribano, que esa tarde se vistió de negro, había iluminado nuevamente La Maestranza, plaza donde cuatro días después lo esperaban nuevamente los Miuras.
También lo esperaban en Las Ventas de Madrid y en la monumental de Pamplona, plazas donde salen los toros más grandes de las camadas, y en las que Escribano ha logrado mantener su cartel cortando orejas como premio a faenas logradas a toros fieros, en faenas iniciadas, cómo no, en la puerta de chiqueros; seguidas por el tercio de banderillas protagonizado por el mismo Manuel Escribano, donde el par que cierra su brillante exposición también tiene su sello: sentado en el estribo, casi siempre, Manuel Escribano cita con las banderillas en sus manos mientras el toro arranca su galope en busca del cuerpo del torero. Son escasos los segundos que dura el encuentro entre los dos, del que el torero, ya de pie, luego de verse entre los afilados pitones del animal y las tablas del callejón de la plaza, con un quiebro logra evitar, por escasos milímetros, que el animal lo atrape. No siempre es así, como le ocurrió en su debut en la Macarena de Medellín donde un toro de Rincón Santo lo prendió por el pecho mandándolo de cabeza al callejón. Peor suerte, como ya contamos, tuvo en Sotillo de la Adrada, ese pueblo de la provincia española de Ávila donde a punto estuvo de dejar su vida. “Si no salgo a morir, como el otro día, me dejan en casa”, contó por esos días Escribano al Diario de Sevilla.
El cite sentado en el estribo, el momento previo al par al quiebro en el que Escribano se juega la vida.
Pero el que Escribano se ponga de rodillas para recibir a sus toros, y sea un arriesgado banderillero, no lo define totalmente como torero. El español, además, es un diestro clásico que tiene la virtud de la variedad para conectar fácilmente con los tendidos. “Soy consciente de que he seguido una clara evolución como profesional, intentando siempre ceñirme al concepto y a la personalidad que me caracteriza, haciendo un toreo largo, templado, de mano baja, puro”, se define Manuel Escribano que defiende su tauromaquia, la mayoría de sus tardes, ante toros de ganaderías denominadas duras, más no malas, a las que otros toreros no se enfrentan; no porque no sean capaces ante ellas sino porque saben el riesgo que implica triunfar ante toros de embestidas más correosas.
Prueba de su entrega en la plaza, y del riesgo de anunciarse con este tipo de ganaderías, son las marcas que en su cuerpo han dejado las cornadas. Una de ellas, recordada por su gravedad, se la dejó el toro ‘Madroño’ de la ganadería de Adolfo Martín que con su pitón derecho destrozó las carnes de Escribano. Un reguero de sangre marcó el camino del torero hasta la enfermería, donde se comprobó que por el triángulo de Scarpa casi se le escapa la vida.
Escribano se presenta en Cali el 29 de diciembre.
Afortunadamente a Manuel no se le escapó la vida, y la sigue apostando, en cada tarde que se viste de torero, con la misma intensidad de hace 10 años cuando a su teléfono no llamaban los empresarios. Sigue ganándose los contratos triunfo a triunfo, saludando a sus toros frente a la puerta de chiqueros y esperándolos de frente con las banderillas en sus manos, como el año pasado en Sevilla cuando se anunció con seis “Miuras” para él solo. La afición caleña lo verá en el mejor momento de su carera, “donde disfruto lo que hago después de haber vivido tanto, de pensar en lo positivo que me ha pasado, viviendo todo de manera intensa, sabiendo que puedo crecer mucho más”, declara el español que se encuentra ilusionado con su debut en Cañaveralejo, “en una feria a las que las máximas figuras del toreo quieren ir, estoy loco por conocerla”.
En la puerta de toriles de la plaza caleña lo esperan los toros de Mondoñedo, la ganadería emblemática de Colombia. Tal vez algún descendiente de ‘Rosquetero’, ‘Sasaimundo’ o ‘Tocayito’ salte al ruedo caleño, y entonces, Manuel Escribano, con su toreo de carácter y raza explosiva, tenga la oportunidad de llevarse el Señor de los Cristales.
* Con imágenes tomadas de las-ventas.com y plazadetoroslamaestranza.com