Festival de maestría de César Rincón en Madrid
Inolvidable faena de puerta grande del colombiano durante el homenaje a ‘Antoñete’ También triunfaron Curro Vázquez, Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Olga Casado.
Por Víctor Diusabá Rojas
Madrid, España
En la Plaza de Las Ventas, mediodía dominical de toros , en realidad de novillos, y de nostalgias. Con recuerdos atrapados, más que en las cabezas, en los corazones. Y un cartel de figuras para rendir homenaje a Antonio Chenel ‘Antoñete’, torero de toreros, quien falleció el 22 de octubre de 2011, pero cuya esencia y sabiduría siguen vigentes en la fiesta. Y lo seguirán por siempre.
La plaza, llena. Y el ambiente, hasta el tope. Tras un paseíllo colmado de ovaciones para los actuantes, y uno en particular para José Antonio Morante de la Puebla, autor de la idea del festejo, sucedieron, una tras otra, las faenas de quienes desempolvaron los trastos para saludar al gran Chenel.
Pablo Hermoso de Mendoza se encontró con un ejemplar de El Capea que se fue apagando, pero del que sacó embestidas, tras ponerse, con su cuadra, en terrenos de auténtico riesgo. Rejón de muerte con defectos de colocación. De todas maneras, gran lección del caballero navarro. Ovación.
Una media verónica de Curro Vázquez, digna de Belmonte y de Antoñete, levantó a más de uno de sus asientos. El novillo de Garcigrande tuvo movilidad. Con ella, el Curro de Madrid hizo una oda a la suavidad y al temple hasta sacar oles hondos de los viejos aficionados y, no menos, de los nuevos. Faenón y dos orejas a este joven de 74 años.
Vino entonces Frascuelo, quien en dos lances añejos revivió su gran cartel en este ruedo. Una faena reunida, en vista de las condiciones del de Garcigrande, le permitió al alternante mayor de todos dejar destellos de su expresión artística. Espada tendida y trasera. Petición y vuelta al ruedo.
César Rincón, uno de los reyes de Madrid volvía y, con él, la memoria de sus epopeyas y sus puertas grandes. Le fue devuelto el novillo original porque no veía bien. El bis de Garcigrande tuvo como recibimiento una tanda de capote templada y mandona , de esas tan suyas. Y con la muleta, se lo trajo de largo, sí , como en el 91. Y lo metió en la canasta. Sobre ambas manos, mientras 24 mil personas ovacionaban sin parar. Y todo en los medios. Todo rematado con ayudados de postín. Pinchazo y entera. Dos orejas a ley y Madrid a sus pies. Palmas al novillo en el arrastre.
Las chicuelinas de Enrique Ponce pararon los segunderos. Como también pasó cuando las trincherillas o en ese cambio de mano eterno o en los naturales convertidos en circulares. En fin, en toda una obra de física excelencia. Una oreja cortada a este, también de Garcigrande.
Morante de la Puebla, encarnado en ‘Gallito’ tanto en la usanza como en las maneras, hizo de Las Ventas un solo grito de admiración tras aparecer en el ruedo. El toro ensabanado de Osborne, muy parecido al inmortal que le permitió a Antoñete triunfar en esta misma arena el 15 de mayo de 1966, no tuvo mucho motor y prefirió defenderse antes que embestir. Como si nada, el de la Puebla se las arregló para dejar huella de su tauromaquia. Oreja.
Olga Casado despidió la tarde. La novillera española, con otro ejemplar de Garcigrande, hizo gala de torería en el capote, no sólo en las verónicas sino en un quite por gaoneras, hechos con verdad y autenticidad. Frente al reservón de Garcigrande, Olga se mantuvo al control con un planteamiento en el que la técnica y la belleza de las suertes ejecutadas mantuvieron la atención y la emoción de los tendidos. Espadazo y dos orejas.
Día inolvidable de esta fiesta inmortal…