Manolo Lozano: “Los maestros del toreo antiguo eran los toros”
Se marchó Manolo Lozano, el mayor de los hermanos que conforman la ya histórica familia taurina. Bohemio, matador de toros por un día, apoderado con especialización en resucitar toreros, además de empresario en España y América, y quien había nacido en Alameda de la Sagra en agosto del año 1930. Falleció ayer 19 de junio, el día del Corpus, el más importante para Toledo, su tierra.
Habitual de las plazas colombianas a las que llegó de la mano de sus hermanos y como apoderado de Enrique Calvo El Cali, Roberto Domínguez y El Juli, entre otros, además de ser empresario en plazas poco convencionales como las de Barranquilla o de Popayán, Manolo Lozano supo dejar en este lado del Atlántico el don de su amistad, alimentada con humor y su inagotable pasión por el toreo. Fueron muchos sus amigos, uno de ellos, Aldo Buenaventura, fallecido en abril del 2019 (ver: El presidente de La Santamaría). Entre los dos amigos, Manolo y Aldo, surgió un particular mano a mano, hecho letras por Víctor Diusabá, que hoy hemos rescatado.
“Los maestros del toreo antiguo eran los toros”
A simple vista, es un estrecho cuarto trepado sobre miles y miles de folios de actas de nacimiento y escrituras públicas. Para ellos – Manolo Lozano, Aldo Buevanentura y Orlando García-Herreros-, ese rincón de una notaría del centro bogotano es más bien una imaginaria plaza de toros por la que desfilan más de cien años de tauromaquia, esa que han visto y oído, pero, ante todo, sentido.
La pasión les hierve por dentro. Por eso, no es extraño que al final de la conversación, Manolo eche mano de un cuadro que, en sus manos, se hace muleta. Con ella demuestra, en el más fino y puro toreo de salón, que una cosa es ligar pases y otra, muy distinta, empalmarlos.
Quienes estamos con ellos, soltamos olés profundos. Entonces, Manolo Lozano, el matador de toros toledano, el apoderado, el empresario, el taurino, quiere dar la vuelta al ruedo entre sillas apiladas y sofás que quisieran quitarse a su paso. No importa. Hay ovación.
Su contertulio aplaude. Es Aldo Buenaventura, notario de asuntos públicos pero no menos de la historia taurina de la Santamaría, en donde muchas veces se jugó el pellejo desde el Palco Presidencial, un lugar no menos terrorífico que los chiqueros.
Por invitación de El Espectador y en terrenos de su común amigo, Orlando García-Herreros, los dos, Lozano y Buenaventura, se fajaron en un mano a mano en el que desempolvaron espíritus de una fiesta que, al igual que ellos, no envejece.

Aldo Buenaventura: Manolo, ¿tu crees que se torea hoy mejor qué antes?
Manolo Lozano: Eso va en gustos. Para mi, ahora se torea mejor porque hay más temple y los pases se dan más cerca. Pero antes había más variedad. No existían entonces las escuelas de tauromaquia y ningún torero se parecía a otro, eran totalmente distintos. Los toreros de antes eran más legendarios.
Aldo : Yo considero que se torea más bellamente ahora, con más gusto. Es casi un ballet. Aunque eso sí, la velocidad del toro, la embestida del toro ha variado notablemente. Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, pero creo que en la tauromaquia no es así. Aunque el toro haya perdido la agresividad, la bravura, y se haya dulcificado, puede que se toree con menos verdad, pero artísticamente lo de hoy es mucho más grato.
Manolo: Eso es cierto, ahora se torea con más temple, con más quietud. Aunque Manolete también lo hacía, pero a lo que me refiero es a la variación, al repertorio de cada torero con el capote. En los últimos 25 años hemos estado a punta de verónicas y las consabidas chicuelinas. Claro, llegó El Juli y cambió. Nos recordó el repertorio olvidado de la época de Gallito, Juan Belmonte, Domingo Ortega y Marcial Lalanda. Los toreros de esa época eran más variados porque tenían autoridad y se hacían a pulso. Los maestros del toreo antiguo eran los toros, ahora son los profesores de la escuelas de tauromaquia que, querámoslo o no, van creando un perfil similar en todos los matadores.
Aldo: Es verdad. Las escuelas taurinas han hecho toreros de molde. Antiguamente había mayor imaginación, más creatividad y ahora todos se han encasillado en un mismo estilo. Eso ha perjudicado la fiesta. Hay muy pocos rasgos característicos propios que identifiquen a los toreros.
Manolo: Personalidad era la que tenían los de antes. Esos que revolucionaron el toreo, los que generaron pasiones . Yo no vi a ninguno de los de comienzos del siglo pasado: mi padre era de Juan Belmonte y a lo mejor yo hubiera sido de José Gómez, Gallito, que era un torero más variado, más completo. Mi padre era de Manolete y yo era de Luis Miguel Dominguín. Y eso que Belmonte como Manolete fueron dos monstruos del toreo, pero limitados. Las faenas de Juan Belmonte eran de ocho o diez muletazos. Y las verónicas de Manolete eran de perfil…
Aldo: Pero templaba más que nadie…
Manolo: Sin duda, incluso el olé de Manolete era diferente al de todos, era infinito, era un oleeeeeeee. Pero no sabía dar el pase de pecho, aunque con la derecha y la izquierda era el mejor. También fui de Luis Miguel Dominguín, que era el Gallito de la época de Manolete, ese era un torero de gran personalidad, como debe ser dentro y fuera de la plaza, porque sino no se es torero.
Aldo: Curiosamente yo admiro toda clase de estilos y escuelas. Poderosos como Gallito, Luis Miguel, Palomo Linares, Roberto Domínguez, porque además de variación, tienen poder sobre el toro. Pero hay mucho más gusto y belleza en Belmonte, Manolete, Pepe Luis Vásquez y Curro Romero. Algunos de ellos no fueron poderosos, pero lo que hicieron quedó para siempre en la retina
Manolo: Son épocas distintas y toros diferentes. Y es que si hablamos de uniformidad en los toreros de ahora, en los toros esa uniformidad es todavía mucho más marcada. Las características de los distintos encastes han desaparecido. Las diferencias ya no se marcan y casi todas van por la línea de la casta Domecq.
Aldo: Frente a eso yo me he preguntado. ¿Es el toro el que determina la forma de torear o el torero el que impone las condiciones? Hoy en día los toros se han uniformado tanto, que son los artistas. Ya no ofrecen peligro, más bien parecen hechos para un ballet que para ser toreados, al punto que a los aficionados nos da casi igual ver cualquier ganadería de la línea Domecq. Ya no hay el riesgo y el peligro de antes, no ve uno esos toros bravos de antes…
Manolo ¿Recuerdas uno en especial?
Aldo: Uno llamado Buenasuerte, que le tocó a Paquirri.
Manolo: Yo recuerdo un toro de Louro de Castro, un ganadero portugués, hace unos 34 o 36 años en la Plaza Monumental de Barcelona. Le tocó a un torero al que yo apoderaba, pero no voy a decir su nombre. Él se cayó durante la faena en tres ocasiones porque ese toro embestía como una locomotora y el torero tenía que darle pases por física supervivencia. Le cortó las orejas y el rabo.
Aldo: Eso quiere decir que le pudo…
Manolo: Pues no. Fíjate que después de la corrida el maestro Domingo Ortega me cogió del brazo y me dijo: “¿Te has dado cuenta Manolo de lo que es un toro bravo, un toro auténticamente bravo?. Tu torero ha estado fatal, se ha caído tres veces del miedo, pero fíjate la importancia de un toro bravo, que le ha cortado el rabo y hasta los catalanes salieron dando pases de la plaza y vivando la faena”.
Aldo: Hay gente que teme que el monoencaste se constituya a la larga en el final de la fiesta. Pero la fiesta no se acaba, simplemente va cambiando de modalidad. Por eso cada 20 o 25 años, cuando la gente comienza a pensar que este arte no tiene riesgo y que es un cachondeo, como dicen los españoles, viene un hecho luctuoso para recordar que la gente se juega la vida. Y no es que queramos que sucedan desgracias, pero ellas forman parte de la subsistencia del toreo.
Manolo: Lamentablemente sí.
Aldo: De todas maneras, la tauromaquia sigue su camino. Hoy es una sinfonía, un ballet, no trágico. Ahora de lo que se habla es de toreabilidad. Ya no hay bravura. Yo siempre he dicho que en el galope se ve la bravura del toro. Ahora el toro sale a trote cochinero. Hasta hace 30 años el toro se definía muy rápido, o era bravo o era manso. El monoencaste conduce a la monotonía de la fiesta, que, igual, no va a desaparecer.
Manolo: Eso en verdad no beneficia la fiesta. Pero el toreo no puede desaparecer porque como dijo El Gallo, que era un tipo de mucha gracia, “¿qué van a hacer los ingleses un domingo por la tarde sin toros”?
Aldo: Ja, ja, ja. De todas maneras lo importante es que los toreros de hoy mantengan en ejercicio el espíritu de ayer.
Manolo: Los hay. Hay toreros largos, que se le miden a todos los encastes, como El Juli, que es un torero de 100 corridas por temporada, obligado a enfrentar cualquier encaste. La diferencia entre un torero que es figura y otro que no lo es, está en la cantidad de toros que le caben en la cabeza. El que se dedica al monoencaste no llena.
Aldo: Y además había mucho más romanticismo, el torero era una figura casi mística, que se entregaba por completo en los detalles más elementales y en los más trascendentes. Ahora los mismos toreros se
han encargado de acabar con su imagen.
Manolo: Mira que antes era muy bonito ver cómo los toreros iban a los cafés y participaban en las tertulias con la gente. A Gallito por ejemplo, la gente le hablaban tanto de Maera – de su capacidad, de su categoría -, que él mismo pedía que lo pusieran mano a mano con Maera para la
próxima corrida. Había rivalidad.
Aldo: De todas formas, los que han sido grandes estarán siempre ahí…
Manolo: Por supuesto, como los de la edad de oro, Gallito y Belmonte. O los de la edad de plata, que qué edad de plata. El poderío del maestro de maestros Marcial Lalanda, luego vino Domingo Ortega y le superó. Luis Miguel Dominguín, ya lo dijimos, un torero larguísimo que acabó con todos artísticamente.
Aldo: Claro que yo creo que la huella que dejó Manolete es imborrable. Dominguín fue maravilloso frente a los toros pero acabar con Manolete es difícil, aunque algunos dicen que murió sin conocer las condiciones del toro.
Manolo: A Manolete no lo podía acabar nadie más que el toro, como en efecto ocurrió, pero en el mundo de los toros hay otras maneras de acabar con alguien. Yo creo que Manolete o su apoderado, Pepe Camará, trataba de huirle a Dominguín. Al punto de que en una corrida de beneficencia, en Madrid, Dominguín se ofreció para torear gratis y no lo pusieron en el cartel. En cambio hicieron un cartel a la medida de Manolete, con Gitanillo de Triana y Curro Caro.
Aldo: ¿Y qué pasó?
Manolo: Pues que Luis Miguel se fue hasta el despacho del organizador de la corrida con prensa y fotógrafos. Irrumpió en ella sin esperar ser anunciado y tiró sobre el escritorio las pesetas necesarias para pagar él mismo sus dos toros con el fin de que lo incluyeran en la corrida. Así se hizo. Esa tarde inolvidable les pegó un repaso a todos.
Aldo: Claro, en ese entonces Dominguín estaba en su mejor momento, en su plenitud y grandeza, mientras que Manolete estaba en su ocaso. Por eso no lo quería enfrentar. Por ahí dos personajes del mundo de los toros en Colombia dijeron al respecto que a Manolete no lo mató el miura, sino “este” (Dominguín).
Manolo: Pero si de hablar de los grandes se trata, hay que detenerse en Manuel Benítez El Cordobés, que ha sido un torero de una gran personalidad. Y contra los que dicen que no toreaba, digo yo, ¿quién tenía la izquierda del Cordobés?. Además mandó en el toreo, ese sí que mandó.
Aldo: Mandó en el toreo y puso a los demás toreros en nivel porque cobró mucho más que los otros.
Manolo: Y no se negó a torear con ninguno, lo mismo que El Juli. Él no se ha negado a torear con ninguno. Bueno, de los años cincuenta hay que hablar de Antonio Ordóñez, quien no tenía que envidiarle nada a ninguno. En él se conjugaban el artista y el poderoso. Ordóñez rompió el molde porque era un torero de arte y de valor.
Aldo: Como también Manolo González, un torero sevillano con mucho valor y arte.
Manolo: Y la década de los años sesenta fue fabulosa, con toreros como Santiago Martín El Viti, Paco Camino, Jaime Ostos, Diego Puerta (fíjate que cuarteto he nombrado). Sin necesidad de El Cordobés, armabas un cartel para agotar boletería. Más adelante, en los ochenta, hay que hablar de Paco Ojeda…
Aldo: Y de Curro Romero
Manolo: Bueno, Curro ha sido de varias épocas. Y ya a finales de los ochenta pues Roberto Domínguez, que también era un torerazo de arte y valor, tenía maestría y poderío.
Aldo: Espartaco también marcó el toreo…
Manolo: Bueno, y para hablar sobre los mejores de América debemos referirnos a César Rincón y al venezolano César Girón, dos gallos de pelea que han dado la batalla en las plazas más importantes del mundo.
Aldo: Girón hizo cosas muy importantes como triunfar dos tardes en Sevilla, aunque no salió por la Puerta del Príncipe. La primera vez, porque tenía diferencias con la empresa. Y la segunda, porque terminó en la enfermería. Por su parte Rincón mandó durante dos años en la torería mundial. Ellos, al lado de Fermín Espinosa, Armillita Chico, son los tres pilares del toreo americano.
Manolo: Sí, del maestro Armillita Chico no nos podemos olvidar. Fue un hombre que estuvo entre los grandes. Y Rincón se ganó su lugar a pulso a punta de jugarse la vida. Recuerdo mucho la tarde en que enfrentó a Bastonito. Puedo decir que no he tenido más miedo en mi vida que esa tarde, fue terrible, en la plaza todos nos asustamos menos él.
Aldo: De hecho, un apoderado amigo me decía que no entendía porqué se jugaba así la vida sin necesidad.
Manolo: Esa tarde Bastonito fue más fiero que bravo.
Aldo: Ese toro nunca se entregó y la bravura es entrega, la fiereza no.
Manolo: Sí, el genio no es igual a la fiereza. El genio es a la defensiva.