Tres orejas en la vuelta de las corridas de toros a España
López Simón cortó dos orejas en la primera corrida de toros celebrada tras el paro provocado por la pandemia. En la plaza de Ávila, ademas, El Calita (en la imagen) torero mexicano que toreaba su primera corrida como matador de toros en España, cortó una oreja mientras Finito de Córdoba destacó con el capote con una corrida de Vellosino.
Por Rosario Pérez para ABC, tomado de internet
Vieja normalidad en la nueva normalidad. Los líos de corrales de siempre, «las cosas de los toros». Las de siempre. Ni más ni menos. «Es una responsabilidad dar la primera corrida», comentó el empresario, José Monte, el primero que se ha lanzado a dar un festejo. «Queremos toros y se agradece que se den, a ver si se animan las figuras», dijo un espectador tras pasar por taquilla tras lamentar que se hubiesen agotado las entradas para jubilados, cinco euros más baratas que la general de 30. Y un ambiente extraño, con metro y media de distancia entre espectador y espectador. «Oiga, al punto verde», dijo una acomodadora a un joven del tendido par que se separase de su compañero. «¡Pero sí compartimos habitación en el hotel!», respondió mosqueado. «Son las normas de la Junta», dijo la acomodadora, en funciones de «policía» por una tarde, perdón, noche. Nocturna la primera corrida del postconfinamiento, aunque a las nueve aún se pintaban las rayas. A las nueve y pico se regó la plaza y, con unos siete minutos de retraso, arrancó el paseíllo.
Con la banda separada según las normas, el Himno de España trepó hasta el cielo en homenaje a las víctimas del coronavirus. Había un silencio atípico, maestrante, de misa de domingo… Hasta que un espectador pegado a la barandilla, con mascarilla de las que regala la Comunidad de Madrid gritó un «¡viva España!»
Antes, por la megafonía repitieron el uso obligatorio de mascarillas y que no se arrojasen prendas al ruedo en las posibles vueltas al ruedo de los toreros, así como la advertencia de que no habría salida a hombros por las medidas sanitarias.
«Colombino», número 151, se llamó el primero, negro bociblanco, de 522 kilos. Y para Finito de Córdoba, de riguroso luto, fueron los primeros oles. Hay negros y azabaches que solo pueden permitirse toreros con ese arte, como el que parió de la media docena de verónicas aprovechando el buen son del vellosino, que tomó una aceptable vara. ¡Vale!, decía el Fino. No anada sobrado de fuerzas el toro, que perdió las manos en el prólogo genuflexo. Relajado, siguió por la derecha. Por el izquierdo se quedaba más corto, con feo estilo, y el matador desistió pronto para provechar el mejor pitón derecho, con calidad. Regresó a la mano zurda y dejó una trincherilla con su sello. Caló la última tanda diestra, con sentimiento y su profundidad, logrando los mayores ecos. Costaba cuadrar a «Colombino» y pinchó. Pinchazo y estocada corta caída. Mientras el toro doblaba, recriminan en el tendido bajo del 3 a una señora cuando se quita la banderilla. «Oiga, tendré que beber, o aquí solo van poder beber los jóvenes de noche». Aplausos al toro y saludos del matador.
Palmas cuando salió el colorado segundo, con sus 583 kilos a cuestas, al que El Calita, de azul y oro, recibió con verónicas intercaladas con el capote a la espalda, algo embarullado pero a por todas desde el inicio. Derribó este «Paticorto III», que brindó al público que se concentraba en la sombra entre el vacío del sol. Con pases cambiados principió el mexicano, con ganas siempre pero sin terminar de coger el aire al toro. Se tiró a matar y enterró una estocada delanterita. Tuvo que descabellar. Aplausos al toro y silencio para el torero.
Entre toro y toro, por si hubiese despistados, vuelven a recordar el uso obligado de mascarillas, sentarse en las localidades con puntos verdes y cumplir las normas.
López Simón, de canela y oro y con un crespón negro, oyó «andas» y «oles» en el recibo al tercero, «Tinajero». En banderillas, rojiblancas como su equipo, en el tendido alto le sueltan una guasa: «Essto no es un gallo». López Simón, a lo suyo, que es torear, brindó emocionado al cielo en memoria de los fallecidos por el Covid-19, entre ellos, dos de sus tíos. La pandemia ha golpeado duro también a la familia del toro. De rodillas se postró en el prólogo, conduciendo bien la buena embestida. Se pone parte del público en pie. Con quietud extrajo derechazos con otro toro que sirve y de noble fondo. Por el izquierdo se quedaba más corto. El torero de Barajas, fiel a su estilo, acabó en las distancias más cercanas. Un circular inverso, el de pecho, los pitones lamiendo la taleguilla. Arrimón de los suyos. Una espaldina y un desplante. Y la plaza, simonista. Despacito lo mató, con seguridad, aunque la estocada cayó con algo de travesía. Oreja con petición de la segunda. Primer trofeo de la nueva normalidad para López Simón.
Llegados al ecuador del festejo, riegan el ruedo. Algunos espectadores abren la nevera, sacan los bocatas. Hay hambre de toros y de lo demás. Finito vuelve a dejar algún detalle primoroso en el capote, como un par de verónicas y una media. «¡Bien picao!», gritan al varilarguero tras el puyazo. Se defiende algo el toro, muy justo de casta, y Juan Serrano saca naturales sueltos. Con ganas, lo intenta por ambos lados entre apuntes pintureros y con gusto, algo que se tiene o no se tiene. Cuando lo apretó más, en el epílogo, subió intensidad. Pincha (dos pinchazos) y media caída, con el toro pirándose a chiqueros. Tiene que descabellar. Mientras eso se produce, unos aficionados hablan de Pablo Aguado: «Ese me ilusiona mucho», se oye. «Pues yo prefiero a Morante. Te digo yo que como ese no hay otro». Bienvenidos las tertulias taurinas en el tendido, aunque sea con un metro de por medio. Se arrastra a este «Contador», con palmitas a Finito. Aumentan y saluda.
Se forma luego una bronca entre aficionados. Está el ambiente caldeado. «Los aficionados no pintamos», dice uno entre calada y calada de habano. «Si no te gusta, te vas», grita otro. De repente, aquello parece una discusión en tarde de clavel con billetes de por medio.
Sale el quinto mientras la gente anda más pendiente del tendido que del ruedo. Calita brinda este vellosino, «Español III» de nombre, al empresario, José Montes. Tirando de la embestida y abusando de la voz, trata de alargar el viaje con otro animal manejable, pero con un muletazo de forzados aires. Lo caza a la primera, de estocada algo caída. Generosa oreja para el mexicano.
Sale el último de la noche, algo bizco, número 34. Gallea por chicuelinas López Simón para ponerlo en el caballo en medio la polvareda que se ha levantado en la arena. Y por el mismo palo quita en los medios. Mete la cara de maravilla el toro en un momento de la lidia y Jesús Arruga deja un buen par a «Banderillero». «Qué bueno eres, maño!», le dice un señor con guayabera. Buen tercio. Y la plaza, en pie. Brinda López Simón al público y comienza por alto en una moneda de un euro. La ligazón siguiente prende la llama. Concede distancias y el toro, algo bastote, acude con son. Como en la vieja normalidad, el madrileño se desprende de las zapatillas y afianza sus raíces al ruedo. Hay conexión con el respetable. Acude el del Vellsoino y Alberto liga las series. Un majestuoso pase de pecho sobresale. De nuevo abrocha en las distancias cortas. Estocada. Suena un aviso. Asoma un pañuelo. Conceden una oreja. Fuerte petición de la segunda. «¡Otra, otra!», gritan. Pero el usía se pone duro ahora y con el dedo dice que solo una. «¡Fuera, fuera!», gritan. López Simón tiene la puerta grande, pero no habrá salida a hombros por la nueva normalidad.